DOI: https://doi.org/10.29092/uacm.v22i58.1197
Memorias del territorio local: una pedagogía comunitaria*
Jorge Bozo-Marambio**
Marcos Parada-Ulloa***
Pedro Sotomayor****
Resumen. Diversos ejercicios de memorias locales revelan interesantes hallazgos sobre apropiación simbólica y aprendizajes colectivos. El objetivo de este artículo es confirmar que la memoria barrial es una pedagogía comunitaria, un proceso de auto enseñanza que se origina en las narrativas orales cotidianas del territorio. En cuanto a la metodología, fueron analizadas cuatro experiencias documentadas sobre memorias barriales de villas y poblaciones de Santiago de Chile. Los resultados revelan diversas categorías de memoria, destacando; hitos, personajes, lugares y mitologías que conforman la identidad comunitaria. Se concluye que el ejercicio de la memoria territorial implica aprendizajes colectivos que articulan narrativas socioculturales, creando un terreno propicio para la reflexión crítica y la transformación del territorio.
Palabras clave. Memoria; territorio; tipologías de memoria; pedagogía comunitaria.
Memories of the local territory: a community pedagogy
Abstract. Various local memory exercises reveal interesting findings on symbolic appropriation and collective learning. This article presents neighborhood memory as a community pedagogy, a self-teaching process that originates in the daily oral narratives of the territory. Regarding the methodology, four documented experiences of neighborhood memories from slums and towns in Santiago, Chile, were analyzed. The results reveal various categories of memory, highlighting the milestones, characters, places and mythologies that make up community identity. It is concluded that the exercise of territorial memory implies collective learning that articulates sociocultural narratives, creating a favorable environment for critical reflection and the transformation of the territory.
Key words. Memory; territory; typologies; community pedagogy.
Introducción
En los últimos años, los debates en torno a la memoria han adquirido gran desarrollo en diversos medios académicos, sociales y políticos. La disciplina de la historia ha sido la más interpelada, abordando discusiones que cuestionan el pasado y la memoria como su objeto central.
Distintos ejercicios transdisciplinares que reúnen a la historia, la educación, la arquitectura o las artes, también permiten detectar que la problemática de la identificación social en relación a la historia barrial está ausente o poco asumida por la comunidad local. Sin embargo, algunos estudios sobre la memoria comunitaria en Latinoamérica (Araúz, 2015; Martínez-Villarreal, 2019; Rabe, 2022) revelan que los miembros más antiguos del territorio tienen escasa o nula conexión con los cambios ocurridos en su entorno a lo largo del tiempo. Entre los variados elementos culturales, políticos y sociales que se encuentran detrás de este fenómeno, existen dos que parecen tener importancia central. En primer lugar, la construcción de subjetividad social, que instala imaginarios casi irrefutables sobre la historia oficial, cuyos principales dispositivos de influencia son los medios de comunicación y la institución escolar como reproductores de la cultura (Bourdieu et al., 1997).
En segundo lugar, se encuentran las investigaciones que aplican metodologías sin un diálogo epistémico que parten de un pensamiento que se impone sobre los demás como único, verdadero, válido y universal, distintas de las metodologías de investigación en diálogo de saberes, y pensamiento crítico “como forma de coexistencia entre los diferentes modos de comprender la realidad, producir saber y, en correspondencia, desarrollar prácticas sociales” (Agudelo y Jiménez, 2022, p. 5). Estos casos menos frecuentes, donde los participantes tienen un papel protagónico al resignificar y concienciar su memoria territorial, podrían explicar, en parte, el distanciamiento entre la construcción subjetiva de una comunidad y el reconocimiento de sus efectos en las prácticas cotidianas, memorias que adquieren importancia en la composición del tejido social al convertirse en un interés socio-comunitario (Garcés, 2002). La memoria del territorio sigue siendo un derecho cultural pendiente y se convierte en un vacío de conocimiento que debe abordarse para no perder su potencial pedagógico y su capacidad para generar espacios de fortalecimiento colectivo y transformación social.
Este artículo analiza cuatro textos documentados como resultado de ejercicios de memoria colectiva realizados entre 2018 y 2022 en distintas comunas de la ciudad de Santiago de Chile, bajo la coordinación del Programa de Intervención Comunitaria de la Universidad de Las Américas. Este programa tiene como objetivo principal la vinculación de la formación universitaria con el trabajo en los territorios asociados a esta universidad. Los textos que se analizan corresponden a los siguientes barrios: Villa Los Peumos en la comuna de La Florida (2018),1 Población Pablo Neruda en Huechuraba (2019),2 Villa Ecuador en Lo Prado (2020)3 y Barrio San Eugenio en Santiago (2020).4 Estos procesos contaron con la participación protagonista de miembros pertenecientes a organizaciones comunitarias, destacando que esta labor se fundamentó en una metodología que adhiere a los principios de la ecología de saberes (De Sousa Santos, 2014) y la sistematización de experiencias (Jara, 2012).
La memoria y sus pedagogías
La memoria está presente en la familia, la comunidad y en las narrativas que no forman parte de la historia oficial, aunque se mantienen en el recuerdo colectivo, siendo una parte central del presente. Según Jelín (2019), la memoria da forma al tiempo y los procesos, transmitiendo valores relacionados con eventos pasados que tienen relevancia en el presente y el futuro. La historia debe ser considerada dentro de una perspectiva antropológica que la trascienda, como uno de los mitos explicativos de la experiencia humana (Arteaga y Ugarte, 2015). Además, debe ser analizada epistemológicamente, reconociendo su relatividad y temporalidad, manteniendo una distancia crítica para entenderla como una acumulación de memorias diversas, en lugar de una única y totalizadora historia de la humanidad. La memoria y el olvido son fuerzas antagónicas pero interdependientes. La comprensión de la memoria y el olvido nos ayuda a entender, que lo que no se olvida permanece vivo, y que estas dos fuerzas son inseparables y complementarias. Según González, “comprender la memoria en relación al olvido y al olvido en relación a la memoria, lleva a la interpretación de la memoria-existencia-vida y olvido-ausencia-muerte, percibiendo finalmente al olvido como presencia de la ausencia” (2016, p. 24). Diremos entonces que:
Recordar a través de la memoria como actividad humana define nuestros vínculos con el pasado y las vías por las que nosotros recordamos nos definen en el presente. Como individuos e integrantes de una sociedad necesitamos del pasado para construir nuestras identidades y alimentar una visión de futuro. (Guasch, 2005, p. 159)
Para Hanna Arendt, “las bolsas del olvido no existen y ninguna obra humana es perfecta; hay en el mundo demasiada gente para que el olvido sea posible, porque siempre quedará un hombre vivo para contar la historia” (1993, p. 38). Existe, por lo tanto, una necesidad por recordar y construir nuestra identidad alimentando la visión de futuro. Como sugiere Umberto Eco, “cuando se pierde la memoria, se pierde la identidad, por eso las sociedades cuentan con sistemas que permiten mantener y comunicar la memoria; así, nuestra identidad se fundamenta en una larga memoria colectiva” (1998, p. 263).
Durante el régimen autoritario en Chile, se impuso una memoria oficial desde el poder dominante, generando un impacto simbólico que trascendió incluso a las víctimas directamente afectadas. La inhibición de la población civil para expresarse y actuar creó una cultura extendida de silencio y miedo. La dictadura buscaba obtener el consenso militar y suprimir cualquier forma de resistencia o disidencia, imponiendo así una narrativa única y controlada (Garcés, 2002).
Sin embargo, en medio de una de las peores dictaduras de América Latina, también se abrieron fisuras por donde circularon otros relatos que contradecían al discurso oficial de los militares. Podemos decir que lo que hubo, fue una historia social y territorial alternativa en la que se conjugaron variadas memorias de resistencia provenientes de las voces comunitarias; en palabras de Eduardo Galeano; “historias que fueron más allá de aquellas de machos heroicos, blancos, ricos, militares y de las élites sociales criollas”.5
La memoria del territorio
Las experiencias de investigación participativa sobre identidad local realizadas en la última década en Chile, reafirman a la memoria comunitaria como un cuerpo de historias vivas, aunque invisibilizadas y desplazadas por la historia oficial. La memoria comunitaria (social, barrial, local) ha pasado a formar parte de una importante corriente de la disciplina de la historia y la educación popular, con múltiples ejercicios de tesis y publicaciones que tienen el propósito de difundir dichos ejercicios al interior del mundo académico. Un ejemplo lo constituyen algunos núcleos de investigación en universidades o iniciativas de colectivos sociopolíticos. Pero, además, en el caso de Chile, algunas experiencias de políticas públicas como el Programa Quiero Mi Barrio del Ministerio de la Vivienda y Urbanismo, incluye en la intervención de territorios, el levantamiento de memoria comunitaria como un elemento importante del acervo cultural y patrimonial de la comunidad.6
Los relatos del barrio recogen narrativas que no sólo contienen el dolor de las violaciones políticas provenientes del Estado, sino también, dimensiones de mayor cobertura simbólica de la vida cotidiana, como la fiesta o la creatividad social para enfrentar los eventos naturales. Los ejercicios de memoria se amplían así a la construcción de subjetividad incluyendo procesos de aprendizaje colectivo y un aporte sustantivo a la producción de cultura viva comunitaria.7 Estas experiencias “presuponen autonomía y protagonismo sociocultural potencializados por la articulación, el reconocimiento y legitimación del hacer cultural de las comunidades” (Turino, 2013, p. 91).
Estas memorias dinamizan los relatos sobre la creación y construcción de lo común en la comunidad. Van más allá de los acontecimientos específicos y se centran en la producción colectiva de significados, experiencias y saberes que fortalecen la identidad y la solidaridad barrial, transmitiendo lecciones de lucha, resiliencia y empoderamiento, inspirando a las nuevas generaciones a participar activamente en la preservación de la memoria colectiva. La memoria de los derechos humanos, arraigada en la cultura nacional, se basa en una ética de la humanidad, con heridas abiertas que han afectado la moral de una sociedad democrática. Por su parte, la memoria del territorio abarca acontecimientos sobre los derechos humanos, pero la enriquece con narrativas más amplias que forman parte de las prácticas cotidianas, las acciones colectivas y los procesos de aprendizaje autónomo.
Cuando se realiza un ejercicio de memoria, el elemento metodológico cobra significado y su importancia reside en registrar esta dimensión de la memoria mediante la complementariedad entre la memoria oral y la historia escrita, y aunque sean dimensiones distintas, existe una relación significativa entre ellas. Por un lado, la historiografía se centra en la recopilación de hechos del pasado, a través de la escritura por parte de intelectuales académicos e investigadores profesionales. Por otro lado, la historia oral se basa en los relatos transmitidos de generación en generación, recogiendo la historia desde las conversaciones cotidianas. Sin embargo, esta “memoria viva transmitida oralmente puede perderse con el tiempo y ser reemplazada por la historiografía escrita” (De Zan, 2008, p. 48).
Esta relación entre oralidad y escritura en la memoria del territorio adquiere un valor pedagógico como registro bibliográfico y en el intercambio de identidades presentes en la comunidad. A través del registro y la reciprocidad se preserva y transmite el pasado, enriqueciendo y fortaleciendo el sentido de pertenencia y la conciencia colectiva del territorio. La memoria viva del barrio surge en la construcción de narrativas cuando se producen las acciones de apropiación de un territorio, momento en el cual comienza la lenta y sustantiva construcción de identidad, en tanto reconocerse en las prácticas, necesidades y problemáticas comunes.
Metodología
El enfoque de esta investigación es cualitativo y su posicionamiento epistémico es socio-histórico, lo que permite estudiar las memorias del territorio, una pedagogía comunitaria. El paradigma epistemológico que guio la investigación se enmarca en el enfoque interpretativo (Gadamer, 1997) y el enfoque descriptivo-denso (Geertz, 1983; Denzin y Lincoln, 2012). El instrumento utilizado para recoger la información fue la revisión documental aplicada a un muestreo teórico, en el que se seleccionaron cuatro documentos clave. El contexto del estudio se centró en la memoria barrial de villas y poblaciones de Santiago de Chile, como pedagogía comunitaria, un proceso enseñanza que se origina en las narrativas del territorio. La técnica de recolección de información fue el análisis de contenido, permitiendo extraer información de los textos, sea de forma explícita o latente, para luego analizarlos, de forma aislada y finalmente ser interpretados. El análisis de las retrospectivas propone una clasificación de la memoria comunitaria en cuatro categorías tipológicas: Hitos, Personajes, Lugares y Mitos.
Resultados
Tipologías de la memoria barrial
Cuando la memoria barrial se despliega en el ejercicio de la praxis, se amplía el imaginario social y el abanico de narrativas, medio por el cual se establecen las visiones que tienen de sí los grupos comunitarios en relación a otros, construidas en forma de historias y a través de múltiples lenguajes (Carretero et al., 2013; Crossley et al., 2007). Así tenemos que, entre las representaciones simbólicas relacionadas con la memoria comunitaria, existirán narrativas asociadas al menos a cuatro categorías; hitos, personajes, lugares y mitologías. A continuación, profundizamos en cada una, revisando sus tipologías8 incluyendo (a pie de página) algunos de los titulares que proponen los participantes que formaron parte de este estudio.
Respecto de la categoría de los hitos se trataría de acontecimientos que han dejado huella en el imaginario comunitario, como “hechos que se presentan en su exterioridad simple y manifiesta, que se encadenan, juegan o chocan entre sí, sin que nada amenace el horizonte de su cotidianeidad” (Illanes, 2002, p. 17). Hechos que mantienen una persistencia en la memoria popular, porque “en algún momento, queremos llegar a contar con una historia en que nos reconozcamos todos, en el que todos seamos considerados porque somos personas cuyas existencias merecen dejar huella en el tiempo” (Garcés, 2012, p. 16).
La más recurrente entre los hitos es la Memoria Política, rememorando sucesos en la sociedad chilena y sus efectos en las comunidades territoriales. Está ligada al Golpe de Estado, a la Dictadura o la Revuelta Popular de 2018.9 Estos eventos representan momentos cruciales que marcaron la historia y la memoria colectiva en la búsqueda de justicia, derechos y participación ciudadana.
El día que bombardearon La Moneda mi marido, que era gráfico y trabajaba en el diario La Tribuna, se subió al techo y un vecino lo vio, llamaron a los carabineros diciendo que mi marido estaba armado arriba del techo. Me allanaron la casa por eso. A él le gustaba revolverla y me dijo: si me vienen a buscar quédate tranquila porque nosotros no hemos hecho nada malo y siempre con la frente en alto. Llegaron los carabineros diciendo: andamos buscando a Luis Ulloa y les mostré el diario donde estaba su nombre. Además de eso, mi suegra había cocinado un queque y se fueron comiendo queque todos los Carabineros. Mi marido trabajaba en “Zig-Zag”, y se vino caminando del centro de la ciudad hasta acá por las orillas del Mapocho. (Villa Ecuador, p. 43)
La segunda tipología más importante de esta categoría es la Memoria de la Fiesta Popular, o Alegre Memoria, que actúa como un medio de autodefensa para sostener en el tiempo las emociones sociales, puesto que, “las festividades siempre han tenido un contenido esencial, un sentido profundo, expresando siempre una concepción del mundo” (Bajtín et al., 1974, p. 11). Los recuerdos comunitarios revelan expresiones apropiadas por el barrio durante la fiesta comunitaria.10
El barrio recuerda con mucho cariño las fiestas de navidad porque, a pesar que había trabajadores con origen muy humilde, nunca faltaron los regalos para todos los niños. Tanto las familias como la junta de vecinos se preocuparon año tras año de entregar regalos como la metrópoli, los patines, las bombas de madera. (Barrio San Eugenio, p. 95)
La fiesta comunitaria, es parte de una alegre memoria que ayuda a la superación del sufrimiento colectivo, “transformándose en un acto de rebeldía contra el miedo; en ella existe efectivamente una memoria de la fiesta como acto de resistencia comunitaria” (Gonçalves y Brand, 2020, p. 35).
Las Fiestas Patrias no solo son recordadas por las entretenidas fondas realizadas en el Galpón, sino también por aquellas tardes dieciocheras, cuando muchos niños y las familias acudían al “peladero” para elevar volantines donde actualmente se encuentra la Junta de Vecinos. (Villa Ecuador, p. 62)
La memoria de la fiesta inscribe al pueblo en el juego de la libertad y la igualdad, sacándolo de la monotonía, “allí, la naturaleza festiva es indestructible, el pueblo en su espesor es capaz de imponerse sobre cualquier poder” (p. 41). La alegre memoria de la fiesta comunitaria va a aportar no sólo al despliegue de la subjetividad cultural y apropiación simbólica, sino también a “cierta autenticidad particular de una comunidad que construye un carácter auténtico e indestructible, mientras la hegemonía cultural se ve obligada a concederle su espacio en la plaza pública” (Bajtín et al., 1974, p. 12). Otra tipología se encuentra en la Memoria de los Siniestros, relacionada con eventos naturales o humanos.11 Por ejemplo, se recuerda:
El terremoto del ‘85 fue un sismo bastante fuerte, pero curiosamente no lo suficiente para parecerse al de 196012 o el de 1939. Toda la Villa (Los Peumos) arrancó hacia la cancha, donde actualmente están los edificios que ahora conforman los sectores Juan Egenau y Amador Neghme. (Villa Los Peumos, p. 44)
La Memoria Deportiva es otra categoría de hitos, que abarca desde eventos locales hasta internacionales. Por ejemplo, se menciona:
El primer clásico universitario entre la (Universidad) católica y la (Universidad de) Chile fue en el estadio Famae de los milicos, donde ganó La Chile dos a cero. Esto fue en el año 1937. (Barrio San Eugenio, p. 94)
En efecto, los siniestros naturales o eventos humanos traumáticos, como los terremotos, dejan una marca profunda en la memoria local, mientras que, los eventos deportivos, especialmente aquellos de gran relevancia y rivalidad, generan recuerdos y emociones compartidas en la comunidad.
Otras tipologías asociadas a la categoría de los hitos, las encontramos en la Memoria de los Miedos vinculada a los factores del riesgo y la inseguridad social13 y la Memoria de los Logros como aquellos objetivos ganados a partir de las tareas colectivas alcanzadas por la comunidad.14 También encontramos algunas menos visibles, por ejemplo, la Memoria Religiosa que abarca desde una iglesia popular y liberadora, hasta una iglesia marcada por los casos de abusos y pedofilia.15 La Memoria de los Espacios Colectivos abarca lugares como sindicatos, parques y estadios deportivos, que son espacios de encuentro y participación comunitaria. En esta categoría, la Memoria de la Mujer destaca con relatos que abordan la dicotomía entre la opresión patriarcal y la emancipación femenina. Estas narrativas evidencian importantes reivindicaciones en la distribución del poder de las mujeres, tanto en el ámbito cotidiano del hogar, como en espacios públicos como el trabajo y la participación en la dirigencia social. Esto demuestra una memoria asociada a trayectorias de luchas y reivindicaciones en busca de la equidad de género y el empoderamiento de las mujeres en diversos ámbitos de la vida.
Mi madre con otras personas formó el primer Centro de Madres en Chile, en la Población Arauco. Con la visita de la esposa del presidente Gabriel González Videla16 que vino a conocer este centro y tuvo una conversación con mi madre, allí fue fundada esta primera organización de mujeres en el año 1948; vengo de una familia socialmente participativa. (Barrio San Eugenio, p. 59)
Las tipologías de memoria reflejan aspectos diversos de la experiencia comunitaria, preservan y transmiten historias, experiencias y valores que contribuyen a la identidad y cohesión de la comunidad.
En la segunda categoría de narrativas, encontramos los personajes simbólicos reconocidos y cercanos a la comunidad. Estos sujetos son recordados por diversas razones y perduran en el imaginario colectivo a lo largo del tiempo, formando parte fundamental de la emotividad comunitaria y desempeñando un papel clave al compartir “infinitud de sensibilidades, sentimientos y tensiones que tejen el sistema de emociones sobre el cual se soporta la convivencia social” (Peláez, 2020, p. 149). En este segundo grupo encontramos la Memoria de la Economía Local vinculada a personajes con oficios reconocidos en el territorio como el artesano o el comerciante.17 También está la Memoria Política, destacando personajes que simbolizan el ejercicio político, ya sea por su impronta ideológica, su rol como dirigentes sociales de base, o profesionales en las estructuras de poder.18
Los dirigentes comunitarios de la Población Pablo Neruda no siempre jugaron el rol de liderar procesos tan complejos; cuando llegaron a la toma de la población, tal como la mayoría, eran jóvenes entre 19 y 30 años y tuvieron la valentía de hacerse cargo de dirigir a grupos de personas para construir comunidad; muchos de ellos sin saber cómo terminaría la historia. (Población Pablo Neruda, p. 65)
La Memoria del Deporte es otra tipología que reconoce a personajes deportistas y a quienes organizaron espacios, como los clubes sociales deportivos en el ámbito comunitario incluyendo aquellos que lograron popularidad a nivel nacional e internacional.19
Fue nuestra figura del atletismo nacional, participó en los V Juegos Panamericanos del año 1967, realizados en Winnipeg, Canadá y también en los XIX Juegos Olímpicos de México 1968. En la Revista Estadio en 1966, se lee; Cada época tuvo su estrella refulgente y hoy no podía ser la excepción, este año tiene un nombre con sonoridad de campanas de bronce, llamada a brillar aún más todavía, con la velocidad y sus brincos de gacela; Carlota Ulloa, vivía en el Barrio San Eugenio en la calle Las Fucsias. (Barrio San Eugenio, p. 92)
La Memoria Artística también está presente en cuanto que existen personajes como cantantes, instrumentistas, bailarines, actrices o pintoras.20
Gilberto Piña, vecino músico que tocaba la trompeta en la orquesta de Horacio Saavedra,21 era muy participativo y paseaba con su señora por las calles de la Villa. Dicen que le preguntaron una vez por su trompeta y cuándo la volvería a tocar, respondió que no quería tener recuerdos así es que la vendió. Vivía en la plaza de Los Muertos y le sobrevive su hijo que también vive en la Villa, en calle Dorsal. (Villa Ecuador, p. 68)
Por su parte, la Memoria Religiosa, rescata también personajes significativos asociados a la dimensión ritual del barrio, en su mayoría vinculadas a la iglesia católica.22
La Iglesia Católica tiene un protagonismo en nuestra población, a través de la Fundación Missio, liderada por la Hermana Karoline Mayer, las mujeres trabajaban en talleres de costuras, se hacían sabanas, arpilleras y otras manualidades, que luego se vendían a través de la Vicaría de la Solidaridad. (Población Pablo Neruda, p. 68)
Finalmente, en la categoría de personajes simbólicos, encontramos la Memoria de los Afectos del Desperdicio, que se refiere a vecinos abandonados por la familia y el estado, pero cobijados por la comunidad a través de un lazo afectivo.
Cuando el antiguo galpón era de pura tierra nos reunimos entre 40 y 50 jóvenes y en días de invierno, Naranjito (Víctor René Naranjo) hacía una fogata, ponía la tetera para calentarnos y tomar el té. ¡Gracias a Naranjito lo pasábamos chancho! Antes del año 73 ya estaba Naranjito. Un hombre de la calle que aquí se quedaba a dormir en el gimnasio, le hicimos una pieza y allí dormía. Todo el mundo lo ocupaba para comprar el gas, cargar sillas, mesas, cuidar gimnasio, pero nadie le pagaba nada. La gente llegaba sola a darle comida y ropa. Lo quisimos mucho. Había mucha confianza porque era un hombre bueno que jamás le falto el respeto a nadie. Vivía en cualquier rincón acá adentro de la Junta de Vecinos. Al final se tramitó su ida al Hogar de Cristo porque se enfermó, y ahí nos enteramos que no tenía carné de identidad. (Villa Ecuador, p. 66)
La tercera categoría de narrativas está asociada a los lugares comunes, es decir, memorias que conceden importancia a los espacios de socialización y construcción del tejido de un determinado barrio. Como sugiere Ligia Ramírez, se trataría de “bienes naturales, sociales, culturales o simbólicos que se encuentran en un espacio físico y sus modos de compartir la vida” (2021, p. 206). Entre las tipologías de esta categoría encontramos en primer lugar la Memoria del Espacio Público, lugares de intercambio, relaciones, aprendizajes o encuentros, pudiendo ser espacios abiertos naturales, organizacionales o institucionales.23
Cuando se recolectaban mercaderías para las ollas comunes, yo ayudaba en la Cancha del Hoyo ubicada en un bajo en calle Jorge Inostroza, al frente de la sede donde están las casas de punta; había un corte y un plano, por eso le pusieron la Cancha del Hoyo, pero ya no está. Allí nos reuníamos a organizar la comida, o se entregaban los regalos de Pascua para los niños. Después del golpe (militar) a este lugar vinieron a cantar el Pollo Fuentes, y el Zalo Reyes los días domingo. Ellos venían como “artistas embajadores” del régimen militar a las Poblaciones. (Población Pablo Neruda, p. 71)
También aparece la Memoria de la Economía Local resaltando aquellos espacios de afluencia, de intercambio y transacciones comerciales como el almacén, la botillería o el supermercado.24
Fue conocida como “La Lechera”. Pucha, era fabulosa, vendían leche en botellas de vidrio de boca ancha y mantequilla. Con esa leche me crié. Era la fábrica estatal de producción de leche y mantequilla desde donde se distribuía a toda la ciudad de Santiago. Hoy día está convertida en el Liceo Industrial Víctor Bezanilla Salinas. (Barrio San Eugenio, p. 87)
Más atrás aparecen lugares significativos vinculados a la Memoria Religiosa,25 la Memoria Cultural y Patrimonial26 y la Memoria del Deporte.27
La Capilla San Andrés, fue una autoconstrucción, donde los vecinos reunimos material e hicimos nosotros mismos el trabajo. Con financiamiento extranjero, el cura Andrés, a cargo en ese tiempo, lideró este proceso de construcción entre los años 1983 y 1984. (Villa Ecuador, p. 72)
El Club de Rayuela, después de veintitrés años, aún sigue funcionando en la calle Las Pataguas, a un costado de la cancha de baby fútbol. Es recordada por aglutinar a vecinos de aquí y de allá por las tardes de los sábados a jugar los interminables y acalorados partidos de rayuela. (Villa Los Peumos, p. 52)
Allí jugaba el Club Deportivo Ferroviario, pero además era facilitado a la comunidad de San Eugenio para diversas actividades, por ejemplo, en su casino se graduó de octavo básico uno de mis hijos de la Escuela Provincia de Chiloé. (Barrio San Eugenio, p. 83)
La última categoría de la memoria está vinculada a los mitos y leyendas del territorio, un conjunto de narrativas donde se despliegan imaginarios colectivos, que en palabras de Samuel Pichel establecen un “psiquismo humano donde existe una condición fabuladora, como acta para la creación de mundos imaginarios, cuya raíz ancla en la experiencia y los condicionantes de lo vivencial” (2010, p. 271). Sobresalen en este último grupo, la Memoria de los Miedos cuyos relatos refieren a mitos y leyendas significativas que se relacionan con la dictadura militar y al antro delictual28. Personajes, lugares o acontecimientos que producen temor a toda la sociedad, pero también a una comunidad que se siente pisoteada; “Pasamos de la bota militar en los 80, a la bota del narcotráfico en los 2000”.29
Se difundió el rumor que la población La Patria o la Villa O’Higgins –aledañas a Villa los Peumos– vendrían a tomarse nuestros terrenos. Los vecinos nos organizamos esperando el momento del ataque de los vecinos de la otra población, cosa que nunca ocurrió. Luego los propios vecinos entendieron que se trataba de un rumor proveniente del gobierno militar como una táctica orientada a dividir la población y atemorizar a los vecinos entre sectores populares. (Villa Los Peumos, p. 57)
El Flaco Ulloa fue asaltado y murió desangrado producto de los múltiples cuchillazos recibidos. Este hecho fue de gran impacto en la Villa porque era además marido de la señora Isabel. Hecho ocurrido en el año 1980. (Villa Ecuador, p. 73)
Finalmente se identifican la Memoria de los Liderazgos,30 las Picardías,31 y la Ficción.32
El Hombre Lobo, Moisés Ríos, hombre gigante con bigote, se cuenta que cuando había bosques en toda esta zona de la Maestranza se formaba una niebla. En esta época cuando él venía de la pega (trabajo) se bajaba de la micro… era una figura media rara… le decían el Hombre Lobo. Esto era sobrecogedor pensando que en las noches las calles solo se iluminaban con ampolletas de 40 watts. (Barrio San Eugenio, p. 98)
Las distintas tipologías de memoria mencionadas contienen elementos simbólicos que relacionan a la comunidad con celebraciones, dolores, conflictos, o miedos. Estas narrativas son transmitidas en un permanente diálogo intergeneracional produciendo el enseñaje, un tipo de “enseñanza donde existen dos polos: enseñar y aprender; el que enseña y el que aprende; ya que no se puede enseñar si no se sabe y no se puede saber si no se aprende” (Malavassi, 1988, p. 14-20). De tal modo cuando hablamos de una memoria que a la vez es un enseñaje, nos referimos precisamente a un dispositivo pedagógico que se evidencia en las experiencias de participación y vínculo social, a través de procesos simultáneos de aprendizaje y enseñanza como actos de autoconciencia popular que conectan un pasado y el presente en una experiencia común.
Este enseñaje se transforma en pedagogía colectiva, concordando con la perspectiva de Paulo Freire (1993), quien propone que la participación activa debe evitar el diálogo que reproduce las respuestas preestablecidas del sistema cultural dominante; es decir, una participación que sea capaz de promover una pedagogía basada en el poder de la palabra como una necesidad (McLaren, 1998). Al referirnos a una memoria que también actúa como aprendizaje, estamos hablando de un proceso educativo que involucra la acción de transmitir conocimientos y la de recibirlos siendo fundamental que quien imparte conocimientos tenga claridad sobre el tema, y quien recibe debe estar dispuesto a absorber lo que se le ofrece.
De la época del 50 al 70, la casa ubicada en Francisco Pizarro, fue un nicho musical donde se reunían artistas de la talla de Margot Loyola, Víctor Jara, el grupo Cuncumén y otros grupos investigadores folclóricos de esta época. Ellos además hicieron una escuelita folclórica para los vecinos de San Eugenio. Además de músico, Héctor “Vampiro” Pavez era también actor de teatro y bailarín lleno de facetas. Lideró el grupo de artistas en Chile que apoyaba el proceso de la Unidad Popular y eso aún no está bien reconocido. Ellos, los artistas más conocidos en Chile y nosotros los vecinos, hicimos una escuelita folclórica para la comunidad del barrio. Pero estos vecinos fueron exiliados el año 1973. (Barrio San Eugenio, p. 91)
La idea del aprender y conocer como dos elementos de una misma cosa, coincide en las miradas de Enrique Pichón Riviére (1970) y Paulo Freire (1986). Ambos plantean el enseñaje, como una dualidad en relación dialéctica, que conlleva a una transformación mutua entre el sujeto y su entorno. El concepto de enseñaje refiere a un proceso dinámico y complejo de enseñanza y aprendizaje dentro de un contexto grupal, lo que implica una relación dialéctica entre enseñar y aprender, donde ambas acciones se entrelazan y se complementan en un proceso de construcción colectiva del conocimiento (De Quiroga, 1997). Paulo Freire –por su parte– sostiene que existe un conocimiento objetivo, pero enfatiza que los educadores deben transformar su forma de relacionarse con la comunidad, pasando de hablarle al pueblo, a hablar “con” el pueblo. En su crítica a la enseñanza institucionalizada, destaca la importancia de la educación liberadora y participativa:
En una práctica educativa conservadora se busca, al enseñar los contenidos, ocultar la razón de ser de un sinnúmero de problemas sociales; en una práctica educativa progresista se procura des ocultar la razón de ser de aquellos problemas. Mientras la primera procura acomodar, adaptar a los educandos al mundo dado, la segunda busca inquietar a los educandos desafiándolos para que perciban un mundo dándose y que, por eso mismo, puede ser cambiado. (Freire, 1997, p. 95)
Respecto del traspaso de la memoria como acto de enseñaje, ambos autores coinciden en adoptar un enfoque praxeológico que coloca al traspaso de conocimiento en el centro del proceso. Esto brinda oportunidades para la construcción de subjetividad, tanto para el individuo como para la comunidad, así también, la elaboración de una memoria propia, a través del intercambio y el diálogo de saberes entre las generaciones. La memoria como productora de enseñanza y aprendizaje no se limita a transmitir conocimientos, sino que es un elemento recurrente y tal vez inevitable en el proceso de adquirir conocimiento. En este sentido, “el enseñaje se convierte en un acto político” (Freire, 1993, p. 17) al resistirse a la transmisión exclusiva de relatos construidos por la historia oficial.
En la época de la Toma (del terreno), había que ir a buscar agua cerca del Retén de Carabineros. Uno de esos días yo y mi señora armamos como todos los días un palo largo con dos baldes grandes para trasladar agua colgando a cada lado. Mientras bajábamos desde la población divisamos al compañero (Salvador) Allende, en el lugar desde donde se surtía el agua; estaba con botas de goma y todo embarrado. Cuando el presidente vio las colas de vecinos yendo a buscar agua, fue toda la gente a saludarlo. Así estuvo durante un largo rato hasta que nuevamente nos abordó a mí y mi señora, conversamos un poco, hasta que nos dijo; “de algo tengo que servir”. Tomó el palo con los baldes llenos de agua y comenzó a caminar subiendo en el barro de vuelta a la población hasta mi casa. (Población Pablo Neruda, p. 73)33
La memoria barrial una pedagogía comunitaria
Considerando el enfoque pedagógico de la memoria como el campo en construcción que delimita sus temáticas a partir de la experiencia del Holocausto y como punto de inflexión de la Modernidad (Capra et al., 2013; Herrera y Merchán, 2012; Ortega et al., 2020), la memoria del territorio surge como una pedagogía comunitaria, compuesta por historias micro sociales, desde donde surgen relatos que constituyen la subjetividad social y la construcción simbólica de lo común; el buen vivir, las redes culturales, los dolores y conflictos territoriales, las disputas políticas, los protagonismos familiares y narrativas propias de las comunidades territoriales.
La pedagogía comunitaria, es un ejercicio permanente de aprendizajes y enseñanzas, de potenciamiento de la participación comunitaria como el eje de las estructuras significativas del territorio. Una memoria barrial como pedagogía transmite la acumulación simbólica de saberes desde donde se constituye la sociedad, una pedagogía con la cual develar aquellos relatos, donde héroes y heroínas son parte de las prácticas cotidianas, en definitiva, una pedagogía comunitaria que reconstituye en la sociopraxis, una ecología de saberes como parte del poder y el protagonismo social (Pina Queirós, 2016; Rocha-Buelvas, 2017; Sousa Santos, 2014).
La memoria barrial como herramienta pedagógica, ocurre esencialmente en la acción de territorialidad, entendida como la dinamización, acción colectiva y apropiación de un territorio. El ejercicio de la memoria comunitaria fortalece la construcción de subjetividad a través de la revisión de procesos históricos de apropiación simbólica, de capacidades participativas y organizativas para mejorar su vida en común, una memoria colectiva con prácticas permanentes de intercambio de enseñanzas y aprendizajes, en síntesis, una herramienta que aporta al tejido social y la legitimidad de sus saberes. El enseñaje generado a través de la memoria barrial forma parte de una ecología de saberes en el campo de las prácticas cotidianas del orden común. Aunque contribuye a la construcción de subjetividad y acción colectiva, el enseñaje también se suma a las múltiples experiencias de autoeducación, representando una dimensión complementaria al conocimiento académico, el cual tiende a tener una legitimación cultural predominante.
Los saberes ordinarios ocupan hoy un importante lugar en los laberintos del poder al retomar su función histórica de resignificar las confianzas en el espacio de los sentidos comunes, allí en los cimientos de la escala humana, dichos saberes remiten a los aspectos centrales de nuestra especie: la colaboración, la solidaridad o la organización comunitaria. (Bozo, 2020, p. 185)
En el contexto de los valores occidentales centrados en el individuo, se instalan conceptos que son considerados innegables para la sociedad. La insistencia en la búsqueda de certezas en todos los ámbitos de la vida, niegan la posibilidad de construir y responder colectivamente las preguntas necesarias y pertinentes para un contexto específico. La tensión entre los iluminados y los alumnos se manifiesta en el ámbito institucional, donde los procesos de aprendizaje son controlados de arriba hacia abajo, imponiendo respuestas definitivas sobre el mundo. Esto no solo limita el diálogo entre diferentes saberes, sino también la capacidad de cuestionar los elementos y la propia humanidad, negando así la relación “entre asombro y pregunta […]; la pedagogía de la respuesta es una pedagogía de la adaptación y no de la creatividad” (Freire, 1986, p. 6).
En los procesos de memoria territorial se promueven experiencias de interpretación colectiva mediante preguntas fundamentales sobre eventos pasados, generando una praxis que requiere un consenso colectivo sobre un acontecimiento de interés común. La memoria barrial del territorio se hermana con la educación popular y la investigación acción participativa como herramientas pedagógicas que fomentan la autoeducación, planteando preguntas y despertando la admiración por volver de manera colectiva, a los temas significativos del pasado comunitario.
Los ejercicios de memoria barrial, son un componente importante de autoeducación colectiva, no solo como acto reflexivo, sino como ejercicio de la praxis aportando a los escenarios de la acción que motiva la transformación del territorio, “una educación de la comunidad para la propia comunidad como proceso de enseñaje que potencia la vida comunitaria” (Quintana, 1991, p. 18). Los deseos sobre reconocer y legitimar los saberes comunitarios a través de ejercicios de memoria son relatados por los protagonistas de este estudio, sintetizando en un lenguaje común, lo antes mencionado:
Espero que este trabajo de la memoria de la Villa se siga repitiendo en otros barrios y sea también una ventana a otro tipo de soporte cultural, porque permite reconocernos como vecinos. (Villa Los Peumos, p. 66)
Respecto de la memoria que se está haciendo en la Villa, creo que es un avance muy bueno remover cosas para promover la participación y pensar el futuro; veo que ha sido un espacio para conversar y eso siempre es bueno. (Villa Ecuador, p. 78)
El aporte de esta memoria, es diferente de otros que han venido en los últimos años que se han llevado la historia para otro lado. En esta ocasión tuvimos la oportunidad de reunirnos, alegrarnos o ponernos tristes con nuestros recuerdos, pero lo hicimos juntos. (Barrio San Eugenio, p. 102)
Me gusta el trabajo que hicimos en el movimiento de mujeres en esta población. Conseguimos proyectos como el Centro de Madres, para trabajar y recordar nuestra historia; hace que podamos darle importancia a nuestro territorio. (Población Pablo Neruda, p. 77)
A modo de conclusión
Al integrar experiencias locales y saberes compartidos, la pedagogía comunitaria enriquece la comprensión epistemológica de la memoria territorial, promoviendo el aprendizaje comunitario, fortaleciendo la identidad y el compromiso con el entorno. Hemos analizado la memoria territorial planteando la tesis sobre considerarla como una pedagogía comunitaria. Podemos decir que, en cuanto a sus formas y contenidos, el ejercicio de la memoria posee atributos pedagógicos que permiten confirmar su potencialidad para acompañar procesos comunitarios con intencionalidad transformadora.
Respecto de las Formas de la Memoria Territorial
Llegados a este punto, confirmamos que la memoria del territorio contiene una serie de formas que llamaremos tipologías, desde donde se rememora el pasado colectivo para dar cuenta de lo pendiente en el presente de una comunidad. En este sentido, de las categorías revisadas (Hitos, Personajes, Lugares y Mitos) surgirá una interesante clasificación tipológica de la memoria comunitaria presente en los documentos.
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Tabla 1: Tipologías de la memoria comunitaria |
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Fuente: Elaboración propia |
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HITOS |
PERSONAJES |
LUGARES |
MITOLOGIAS |
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-Memoria Política -Memoria de la Fiesta Popular -Memoria de los Siniestros -Memoria Deportiva -Memoria de los Miedos -Memoria de los Logros -Memoria Religiosa -Memoria de los Espacios Colectivos -Memoria de la Mujer |
-Memoria de la Economía Local -Memoria Política -Memoria del Deporte -Memoria Artística -Memoria Religiosa -Memoria de los Afectos del Desperdicio |
-Memoria del Espacio Público -Memoria de la Economía Local -Memoria Religiosa -Memoria Cultural y Patrimonial -Memoria del Deporte |
-Memoria de los Miedos -Memoria de los Liderazgos -Memorias de las Picardías -Memorias de la Ficción |
Contenidos de una Memoria Territorial
La vuelta a un pasado reafirma la identidad comunitaria y cuestiona la noción universal de la historia. Esta resistencia se convierte en un fantasma que presiona desde el territorio al modelo sistémico, generando una grieta en el sentido común y desafiando al discurso dominante de una historia oficial que opaca las narrativas comunitarias. En el territorio, esta autoconciencia colectiva transmitida entre generaciones se transforma en una pedagogía comunitaria que empodera a la comunidad. Se trata de una propuesta educativa que se basa en la valoración y activación de la memoria colectiva como fuente de aprendizaje y transformación. Esta perspectiva reconoce que la memoria no es simplemente un recuerdo del pasado, sino que también posee un potencial pedagógico para la comunidad. En este contexto, resulta necesario describir los cuatro elementos que caracterizan a la memoria como una pedagogía comunitaria:
Apropiación: La apropiación se refiere al proceso mediante el cual la comunidad se apropia de su propia historia y memoria. Esto implica reconocer la importancia de preservar, transmitir y reinterpretar los acontecimientos y narrativas que conforman la identidad colectiva. La comunidad se convierte en sujeto activo de la construcción y reconstrucción de su memoria, en lugar de ser un mero receptor pasivo de información.
Territorialidad: La memoria como pedagogía comunitaria está arraigada en un contexto geográfico y sociohistórico donde la comunidad se relaciona con su pasado a través de la conexión con los lugares y espacios que le son propios. Alberto Cignoli (1997) plantea la territorialidad como idea de pertenencia en un espacio vivido, dando a aquellos que se constituyen en un espacio específico, el llamado sentido de pertenencia simbólica (un nosotros y un ellos); una identidad comunitaria propia con múltiples relaciones en lo social, cultural, político o económico. Estos procesos de apropiación van a ser singulares para cada comunidad, buscando una identificación y un carácter propio en relación con otros territorios.
Subjetividad: La memoria construye subjetividad a partir de las experiencias individuales y colectivas de los miembros de la comunidad. Cada individuo tiene su propia interpretación de los eventos pasados y su propia relación con la memoria colectiva. La memoria como pedagogía comunitaria reconoce y valora esta diversidad y fomenta el diálogo de saberes a través de la reflexión crítica sobre las diferentes voces y versiones de la historia.
Aprendizajes que la constituyen: La memoria como pedagogía comunitaria se basa en el reconocimiento de que los aprendizajes no se limitan al ámbito escolar o académico. La memoria colectiva contiene una riqueza de conocimientos y saberes que se transmiten de generación en generación. Estos aprendizajes pueden ser técnicos, culturales, éticos o emocionales, y constituyen una parte integral de la identidad y la formación de la comunidad. La memoria como pedagogía comunitaria implica la apropiación activa de la memoria colectiva, la relación con el territorio, el reconocimiento de la subjetividad y la valoración de los aprendizajes que se derivan de ella.
La memoria, al producir, reproducir y resignificar las trayectorias y saberes propios del territorio, puede ser comprendida como una pedagogía comunitaria. Las memorias comunitarias, sus acontecimientos, personajes, lugares y mitologías, van a producir condiciones simbólicas para la cohesión social, proponiendo aperturas a la creatividad del territorio; juntas –cohesión y creatividad social– disminuyen las dimensiones de la desconfianza y el temor que filtran las relaciones actuales de profundo individualismo y alteridad. En síntesis, la memoria colectiva como pedagogía es un ejercicio pedagógico y participativo que retoma el encuentro donde se desborda el saber común, una ruta en el territorio para saber de dónde venimos y hacia dónde queremos ir; la memoria colectiva es una pedagogía comunitaria al hacerse cargo del enseñaje que abre la pregunta sobre un mundo definitivamente dado, o bien, un mundo dándose que es posible construirlo en conjunto.
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Fecha de recepción: 9 de enero de 2024
Fecha de aceptación: 16 de enero de 2025
DOI: https://doi.org/10.29092/uacm.v22i58.1197
1 Programa de Intervención Comunitaria (2023) Nuestro Trabajo. Universidad de Las Américas. Recuperado 20 noviembre 2023. VILLA LOS PEUMOS https://www.academia.edu/80573038/MEMORIAS_BARRIALES_VOLUMEN_1
2 Población Pablo Neruda. Recuperado de 2025. https://www.academia.edu/80573228/MEMORIAS_BARRIALES_VOLUMEN_2
3 Villa Ecuador. Recuperado de 2025. https://www.academia.edu/80573698/MEMORIAS_BARRIALES_VOLUMEN_3
4 Barrio San Eugenio. Recuperado de 2025. https://www.academia.edu/80573855/MEMORIAS_BARRIALES_VOLUMEN_4
5 Identidad Latinoamericana (2007) Eduardo Galeano en entrevista realizada por Ataulfo Tobar. CEDEP, Quito, 1988. Recuperado de https://www.youtube.com/watch?v=IA80TYNdAN4&t=5s
6 COMBASE: Colectivo Memorias Barriales y Sistematización de Experiencias Comunitarias (2023) Recuperado de https://web.facebook.com/profile.php?id=100083605740463&_rdc=1&_rdr. Núcleo Historia Social Popular (2023). Universidad de Chile. Recuperado de https://web.facebook.com/nucleohistoriasocial/?locale=es_LA&_rdc=1&_rdr. Departamento de Historia. Memorias de Chuchunco (2023). Universidad de Santiago. Recuperado de https://memoriasdechuchunco.cl/ Sueños de Barrios, 100 historias de dirigentes vecinales (2023) Programa Quiero Mi Barrio. Ministerio de Vivienda y Urbanismo. Recuperado de https://www.youtube.com/watch?v=kYXyFZwkchQ
7 La Cultura Viva Comunitaria, según su ideólogo Célio Turino, es una acupuntura social que libera energía y acelera los procesos en los territorios para que la gente construya su propia narrativa a partir de aquellos.
8 Tipologías que pueden ser consultadas en particular con sus títulos, en las últimas páginas de los textos analizados.
9 Otros hitos importantes que los y las participantes nombran como principales incluyen: el Gobierno de Salvador Allende, la Unidad Popular, la Privatización de Empresas Públicas, la Desarticulación Comunitaria, los Derechos Humanos, los Detenidos y Desaparecidos, la Pérdida del Miedo, las Primeras Protestas, los Cacerolazos, el Plebiscito del ’80, las Barricadas en Alameda, el Plebiscito del SÍ y NO, y la Llegada de la Democracia.
10 Ver entre los titulares de los textos asociados a la fiesta popular: de septiembre a Machasa, El Barrio se convierte en Patrimonio, El retorno de la Fiesta de la Primavera, Las Navidades, Los Bingos, El 18 y los Volantines, Las kermesse del Liceo 456.
11 El Incendio de la Fabrica Yarur, El Incendio del Zanjón de la Aguada, El Terremoto del ’85, El Reventón del Canal del Carmen, El aluvión de la Quebrada de Macul.
12 El mega terremoto de Valdivia de 1960, conocido también como el gran terremoto de Chile, fue el sismo de mayor potencia en la historia humana del planeta, llegando a una magnitud de 9.6 grados.
13 La llegada de la droga, El asalto a la micro, El cierre de los pasajes.
14 Entrega Títulos de Dominio, La Construcción del Parque el Quisco, La Inauguración de Luminarias.
15 La Visita del Papa, El Vía Crucis.
16 Gabriel González Videla, fue el último presidente radical del gobierno chileno, gobernado entre 1946 y 1952.
17 Los Suplementeros, El chanchero, El Cafiche de las Burras, El Viejo del Turrón, El Comprador de huesos, La Madame y su familia, Huguito el Lechero, La Señora de las Fotos, Almacén el René; El Zapatero de la Villa, El vendedor de Motemei, Don juan el verdulero.
18 La Familia Palominos entre la desaparición y el exilio; El alcalde Dante Pesce; El Lolo, dirigente social en los 80; El Cabeza de Ajo presidente de la Junta de Vecinos; Luzmenia Toro, militante comunista; Los Dirigentes históricos de la comunidad; Carlos Montes, primero diputado y luego senador; Carlos Cerda, presidente de la Junta de Vecinos.
19 Carlos Caszely, Los Hermanos Tormen, Natacha Méndez, Andrés Moraga, Las Hermanas Contreras, Carlota Ulloa, El Guatón Meza (Chaguito).
20 Los Chavales; Héctor Pavés Pizarro; Nano Núñez y su herencia Cuequera; El “Tohá” o Barba Azul; El Doctor Norero; El Trompetista de la Villa.
21 Horacio Saavedra dirigió la Orquesta del Festival de Viña del Mar, compuesta por 30 músicos, entre 1971 y 2010.
22 El Padre Gerardo, Los Curas Extranjeros, El Padre Juan, Aída López, El Cura Andrés, La Hermana Karoline Mayer, El Padre Renato.
23 Calle Antofagasta, Plaza Yarur; Plaza Guatemala, Las Calles; Plazas de la Villa, La Cancha; La Casa Martin Luther King y la Casa de Vidrio, La Cancha del Hoyo, El Paradero de las Micros; El Club de Rayuela, La Feria, La Escuela.
24 La Central de Leche, La Picá de Don Clase; Los boliches, El Unicoop, El Almacén el Minero, Las Botillerías.
25 Parroquia Basílica Nuestra Señora del Perpetuo Socorro, Parroquia San Gerardo, Capilla San Andrés, Parroquia Nuestra Señora de los Pobres.
26 Parque Cousiño/Parque O’Higgins, Cine Septiembre, Población Arauco, El sótano.
27 El Club Hípico, Estadio San Eugenio, Club Ferro Badminton, Velódromo.
28 Entre la carne y los milicos, La visita del general Carol Urzua, El miedo a la población vecina, un rumor de invasión, El martillo Hilti y la Metralleta, El Sótano del Dr. Sótero del Rio, Las Picás del barrio donde se reúnen los patos malos, El chacal de los jumpers en la escuela local, El muerto del canal hijo del mecánico, El apuñalamiento del Flaco Ulloa, La gruta de los hermanos. El lamentable suceso entre pandillas, Los Chandía más allá de la comuna.
29 Mapa de Tiempo y la denominación a las distintas décadas. Memorias Territoriales Villa Los Peumos.
30 El Compañero presidente, cargando agua entre el retén y la población; La llamada telefónica y amabilidad del don Sótero del Rio, El masivo funeral de don Carlos Cerda.
31 Las Películas del Padre Gerardo y su máquina a carbón; Los Curas Romanceros y sus relaciones con Parroquianas; El Motel Parejero Paraíso 21.
32 El Hombre Lobo y la niebla en el barrio, El Vampiro Pavés; La Niña de la Comuna, el fantasma de la villa.
33 “Volvamos al Barrio” Documental basado en historias Barriales de la Ciudad de Santiago. Recuperado de https://www.youtube.com/watch?v=EXCi6BO9PPs&t=1s (Ver minuto 00.31.24).
* Este trabajo se realizó durante 2020 y 2022 en el marco de una investigación transdisciplinar e interinstitucional financiada por el Fondo de Proyectos de Investigación Regular del Departamento de Investigación de la Universidad de Las Américas: PI202071.
** Académico de las Facultades de Ciencias Sociales y Salud en la Universidad de Las Américas de la ciudad de Santiago de Chile, Chile. Correo electrónico: Jorge.bozo@edu.udla.cl
*** Académico e investigador en el Instituto IICSE de la Universidad de Atacama, Chile. Correo electrónico: marcos.parada@uda.cl
**** Académico en la Universidad de Atacama, Chile. Correo electrónico: pedro.sotomayor@uda.cl
Volumen 22, número 58, mayo-agosto de 2025, pp. 425-454
ISSN versión electrónica: 2594-1917
ISSN versión impresa: 1870-0063