DOI: https://doi.org/10.29092/uacm.v21i55.1113
Liderazgos femeninos en la gestión del riesgo de desastres: caso La Primavera, Antioquia, Colombia*
Natalia María Posada-Pérez **
Gloria Esperanza Londoño Torres ***
Resumen. El objetivo de este artículo es problematizar los liderazgos femeninos en la gestión del riesgo de desastres, como parte de las redes de trabajo con distintos niveles de interés y de incidencia. Mediante la etnografía, la perspectiva de género permite caracterizar estos liderazgos en el asentamiento de La Primavera (municipio de Barbosa - departamento de Antioquia, Colombia). Asimismo, la construcción social del riesgo permite discutir cuestiones sobre vulnerabilidad, resiliencia y participación de las mujeres en escenarios comunitarios traducibles en alianzas y/o conflictos, donde los liderazgos femeninos pasan por el empoderamiento, la resiliencia comunitaria y la estimulación de conflictos locales, para concluir que son liderazgos complejos que invitan a desidealizar los roles de las mujeres en estos contextos.
Palabras clave. Gestión del riesgo de desastres; liderazgos femeninos; redes de trabajo en gestión del riesgo de desastres; perspectiva de género; construcción social del riesgo.
Female leadership in disaster risk management: La Primavera case, Antioquia, Colombia
Abstract. The objective of this article is to problematize female leadership in disaster risk management, as part of work networks with different levels of interest and incidence. Through ethnography, the gender perspective allows us to characterize these leaderships in the settlement of La Primavera (municipality of Barbosa - department of Antioquia, Colombia). Likewise, the social construction of risk allows discussing issues about vulnerability, resilience and participation of women in community settings translatable into alliances and/or conflicts, where female leaders go through empowerment, community resilience and the stimulation of local conflicts, to conclude that they are complex leaderships that invite to de-idealize the roles of women in these contexts.
Key words. Disaster risk management; female leadership; disaster risk management networks; gender perspective; social construction of risk.
Introducción
En la década de los noventa surgió en América Latina el enfoque de la Gestión del Riesgo de Desastres (GRD), contrario a la visión anterior en la que los desastres se tramitaban sin relación con los procesos sociales y priorizaba la ayuda de emergencia en cabeza de los gobiernos y de organizaciones locales e internacionales como la Cruz Roja, que carecían de un enfoque preventivo y de estructuras sólidas de planificación. El giro a finales de los noventa se centró en la consideración de los diversos factores asociados al riesgo, relacionados con las problemáticas del desarrollo. A partir de ese momento, la GRD problematiza los “desastres naturales”, se ocupa de la vulnerabilidad en relación con el riesgo y los factores sociales desencadenantes (Watanabe, 2015).
A medida que se complejiza la GRD en Latinoamérica, aparecen en escena diversos actores además de los gobiernos, los organismos de atención humanitaria y las instituciones multilaterales como las Naciones Unidas, el Banco Mundial o el Banco Interamericano de Desarrollo. En esta medida se fortalece el papel de la academia, el activismo y los grupos de base de los que emergen liderazgos ciudadanos, en consonancia con las herramientas globales como el Marco de Acción de Hyogo (Naciones Unidas, 2005), el Marco de Sendai para la Reducción del Riesgo de Desastres (Naciones Unidas, 2015), los Objetivos de Desarrollo Sostenible (Naciones Unidas, 2018) y las cuatro áreas de las políticas públicas a las que alude Watanabe “identificación del riesgo, reducción del riesgo, gestión de desastres, gobernabilidad y protección financiera” (2015, p. 9).
Con lo anterior en mente, en esta investigación interesa problematizar los liderazgos femeninos en la GRD, como parte de las redes de trabajo que se componen de actores con distintos niveles de interés y de incidencia. En este sentido, uno de los frentes de la GRD tiene que ver con el cambio climático, la promoción de la igualdad de género y la participación de las mujeres frente a las amenazas y los escenarios de riesgo (Comisión Económica para América Latina y El Caribe –CEPAL–, 2021 y Alianza Clima y Desarrollo, 2016).
Infortunadamente, es frecuente que se invisibilice el compromiso de las mujeres en el ámbito preventivo y post-desastre, tanto desde el hogar como en la escala comunitaria e institucional (Fatouros y Capetola, 2021; Rakib et al., 2017), pese al rol que estas han desempeñado históricamente en aspectos esenciales como la seguridad alimentaria de las aldeas (Okaka, 2020).
Entre los impactos a largo plazo de los desastres, está la recomposición del tejido social una vez superada la emergencia, en donde las mujeres se reconocen en virtud de los estereotipos femeninos sobre la emocionalidad y el cuidado (Quiceno, 2018). De aquí el valor de la pregunta por las prácticas de reproducción social en momentos de crisis y la necesidad de plantear la comunalización del cuidado (Vega et al., 2021).
El voluntariado es otra de las líneas de intervención en GRD, en la que las mujeres han liderado procesos de atención, pese a la falta de preparación de muchas o la escasa destinación de recursos para la atención en crisis por parte de los gobiernos de países en desarrollo (Bhattarai et al., 2022). Buena parte del voluntariado femenino es informal, de aquí la importancia de oficializarlo en aras de fortalecer la preparación institucional y la capacitación del personal de apoyo (Khalid et al., 2021).
En este orden de ideas, se insiste en la necesidad de incluir las iniciativas de las mujeres en las políticas locales, una apuesta por el empoderamiento femenino desde la GRD basada en comunidad (Ruszczyk et al., 2020; Lee et al., 2022 y Ramalho, 2019). Máxime si se tiene en cuenta la presencia de los liderazgos femeninos en todo el ciclo del desastre (Clissold et al., 2020), lo que amerita fortalecer el modelo de gestión desde el enfoque de género e interseccional (Sletto et al., 2022; Fatouros y Capetola, 2021), con el fin de distribuir las cargas y desafiar las vulnerabilidades estructurales que a menudo recaen con mayor fuerza sobre las mujeres (Hamidazada et al., 2019; Thapa y Pathranarakul, 2019), comprometiendo sus esfuerzos para la gobernanza en la GRD (Hemachandra et al., 2018). Es el caso de algunos asentamientos enfrentados a múltiples amenazas y en los que se ha documentado la gestión del riesgo mediante la organización comunitaria y las redes de solidaridad, con fuerte presencia de los liderazgos femeninos (Acuña et al., 2021).
Buena parte de la bibliografía reciente sobre el tema, identifica la experiencia de países africanos y asiáticos, sin perder de vista que la mayoría de literatura sobre género y desastres data de finales del siglo XX, especialmente anglosajona (Fernández, 2021). En América Latina se replican estas problemáticas, con las particularidades del contexto: I) los liderazgos femeninos en la GRD y el trabajo con comunidades (Acuña et al., 2021), para contribuir a aminorar las desigualdades de género (Vergara et al., 2022); II) la persistencia de las violencias de género y basadas en género que entorpecen los liderazgos femeninos o aumentan la sobrecarga de las mujeres en la GRD (Salamanca, 2009); III) el enfoque de capacidades femeninas en la GRD (Nussbaum, 2001), la resiliencia de las mujeres (Alston, 2014) y sus procesos de empoderamiento (Bradshaw, 2014; Enarson, 2001), y; IV) la importancia de los liderazgos femeninos para la gestión de desastres a raíz del Covid-19 (Unidad Nacional para la Gestión del Riesgo de Desastres –UNGRD–, 2021; Acuña et al., 2021; Beltrame y Medina, 2022; ONU Mujeres, 2020 y Lopes, 2021).
Teniendo en cuenta lo anterior, esta investigación aporta a los estudios de género y desastres, a partir de la problematización y desidealización de las mujeres en roles de liderazgo sobre GRD, en medio de procesos mancomunados con redes de cooperación, pero no exentas de conflictos. Es el caso de los liderazgos femeninos en el asentamiento de La Primavera ubicado en el municipio de Barbosa (Antioquia-Colombia) –ver figura 1–. Un territorio periférico en el que otrora circulaba el Ferrocarril de Antioquia y que, desde hace más de 40 años se convirtió en el hogar de personas desplazadas con ocasión del conflicto armado colombiano (Corporación Región, 2015) y al que recientemente, han venido llegando inmigrantes venezolanos que huyen de la crisis en su país de origen. Actualmente La Primavera convive con amenazas ambientales y tecnológicas, y sus habitantes se enfrentan a la presión continua de desalojo, a través de reivindicaciones por el derecho a la ciudad, lideradas entre otros, por mujeres que gestionan la permanencia en el territorio, o una reubicación digna.
Figura 1. Localización de La Primavera
Elaboración propia, a partir de Google Maps.
En este caso la perspectiva de género y la construcción social del riesgo ayudan a problematizar los liderazgos femeninos en la GRD del asentamiento. Para lograrlo en primer lugar se introducen los referentes teórico-conceptuales, seguido de la metodología. A continuación, se presentan los resultados y la discusión en torno a las tres dimensiones que proponen Anderson y Woodrow (1989) para la GRD, cerrando con las consideraciones finales sobre los aportes a los estudios de género y desastres, que invitan a desidealizar los liderazgos femeninos para repensarlos en su complejidad.
Fundamentos teórico-conceptuales
De acuerdo con De Barbieri (1993), los sistemas de género aluden a las prácticas, representaciones, normas y modos de conducta construidos socialmente con base en la diferencia sexual anatómica, a partir de la cual se estandarizan las relaciones entre personas sexuadas. De aquí, se entiende la perspectiva de género, como una mirada epistemológica y praxeológica que permite:
a.reconocer las relaciones de poder que se dan entre los géneros, en general favorables a los varones como grupo social y discriminatorias para las mujeres;
b.que dichas relaciones han sido constituidas social e históricamente y son constitutivas de las personas;
c.que las mismas atraviesan todo el entramado social y se articulan con otras relaciones sociales, como las de clase, etnia, edad, preferencia sexual y religión. (Gamba, 2008, p. 6-8)
En la GRD la perspectiva de género aparece explícitamente a partir de 2010 entre los organismos internacionales, más tarde incorporada en el Marco de Sendai para la Reducción del Riesgo de Desastres 2015-2030. Esta mirada favorece la construcción de rutas de acción sin reproducir los estereotipos de hombres y mujeres, para coadyuvar en la transformación de los roles de género y no limitar “el acceso a servicios, oportunidades y decisiones dentro del hogar y la comunidad” (Miranda et al., 2021, p. 14).
Ahora bien, hablar sobre la construcción social del riesgo contempla dos escenarios: por un lado desde la construcción social mediada por la interacción entre los pobladores con su territorio a partir de la experiencia y del contexto, es decir, desde el imaginario colectivo que se construye en torno a algo, en este caso sobre la cotidianidad del riesgo “vivido y convivido” como lo indica Terrence McCabe (1983), citado por García (2005, p. 22) para referirse al riesgo conocido y aceptado por las poblaciones que habitan históricamente los territorios. Por otro lado, desde “las formas en que la sociedad construye contextos frágiles” (García, 2005, p. 22) que de manera acumulada evidencian el grado de exposición a un evento de desastre. En suma, se habla de la expansión progresiva de las condiciones de vulnerabilidad impulsadas por los modelos de desarrollo, el incremento de prácticas nocivas en los asentamientos, y el aumento de la carga de soporte físico-espacial de los territorios.
Según García (2005), la percepción del riesgo es una construcción social culturalmente determinada, que no es lo mismo que construir socialmente riesgos. No son los riesgos los que se construyen culturalmente, sino su percepción. La construcción social de riesgos remite a la (re)producción de la vulnerabilidad que define y determina la magnitud de los efectos ante una amenaza natural o antrópica, por ello es la principal responsable de los desastres.
Hablar entonces de la construcción social del riesgo con perspectiva de género, implica repensar el rol de las mujeres guardianas “por naturaleza”, que participan de iniciativas educativas y reproducen estrategias colaborativas de sensibilización, mitigación, prevención y reducción del riesgo. Mujeres como actores centrales de la vida familiar y comunitaria, enclave del proyecto global de desarrollo sostenible (Enarson, 1998).
Aunque existan los escenarios de toma de decisiones, pocas veces las mujeres son escuchadas, acentuando con ello el grado de vulnerabilidad física, social, cultural y psicológica al que se enfrentan durante los desastres (asentamiento) y post desastre (refugios y albergues temporales). Siguiendo con Enarson (1998), la vulnerabilidad de género no se deriva de un único factor, como la jefatura del hogar o la pobreza, sino que refleja patrones estructurales que se entrecruzan con las desigualdades económicas, raciales y de otro tipo. De igual manera, estas relaciones generan condiciones sociales peligrosas que ponen en riesgo de forma diferente a distintos grupos de mujeres cuando se producen acontecimientos desastrosos (Blaikie et al., 1994, citado por Enarson, 1998, p. 168). Entender los factores relacionados con la vulnerabilidad de género, permite dimensionar el riesgo “conocido y aceptado” por las comunidades, la manera como es gestionado, además de identificar patrones que se reproducen en el contexto de riesgo y el nivel de exposición a un desastre, en donde los liderazgos femeninos podrían reforzar las condiciones preexistentes y/o contribuir a la transformación del statu quo.
Metodología
Esta investigación fue de carácter exploratorio-descriptivo a partir de un enfoque cualitativo. Asimismo, se acuñó el método etnográfico y el estudio de caso, teniendo en cuenta las características de La Primavera por su exposición permanente a diversas amenazas de origen natural y antrópico –tecnológicas y de infraestructura–, lo que la convierte en un foco de atención permanente por parte de diversos actores intra y extra comunitarios, bien sea a favor de la reubicación o para continuar en el territorio y formalizarse.
Durante el trabajo de campo llevado a cabo entre 2021 y 2022, se aplicaron técnicas interactivas para identificar y caracterizar los liderazgos femeninos que emergen o preexisten en los procesos organizativos y comunitarios. A partir de entrevistas móviles y grupos focales se identificaron problemáticas del territorio, además de reconocer el papel de habitantes destacados por su desempeño en la prevención y GRD asociados a fenómenos naturales o antrópicos. Específicamente en esta etapa se aplicaron las siguientes técnicas:
I.Revisión documental de publicaciones académicas depositadas en bases de datos especializadas –Scopus, Ebsco, Dialnet, Scielo, Google académico–, artículos de prensa, informes y documentos de organizaciones sociales que han trabajado con el asentamiento.
II.Un grupo focal de reconocimiento de actores y liderazgos comunales.
III.Un grupo focal para la construcción colectiva de un sociograma que permitiera valorar el nivel de interés e influencia de cada uno de los actores identificados por miembros de la comunidad.
IV.Seis entrevistas a profundidad aplicadas a lideresas de La Primavera.
V.Un grupo focal con mujeres habitantes del territorio, sobre los liderazgos femeninos en la GRD.
VI.Visitas guiadas al territorio y participación en espacios locales convocados por la comunidad.
Valga decir que las técnicas grupales y los encuentros en el territorio se realizaron en diferentes días de la semana. Los días sábado y domingo se activaba la presencia de hombres en las actividades, mientras que predominaba la asistencia de mujeres sin importar el día.
En la codificación y sistematización de la información, se adoptaron las categorías gestión del riesgo de desastres, liderazgos femeninos, vulnerabilidad y vulnerabilidad de género, comunidad, resiliencia comunitaria y participación. En esta etapa se utilizó el software NVIVO para el procesamiento y sistematización de la información.
Las consideraciones éticas se salvaguardaron a través de la socialización y firma de protocolos de consentimiento informado, para garantizar la protección de la identidad de los participantes, los alcances de la investigación y el establecimiento de compromisos con la devolución de resultados.
Resultados y discusión
En este apartado, se retoma la propuesta de Fernández (2021) acerca de la perspectiva de género en la GRD, estudiada desde las tres dimensiones que proponen Anderson y Woodrow (1989) en aras de facilitar la comprensión del contexto vulnerable y las capacidades de las que dispone la gente: I) físico material; II) social y organizativa, y; III) motivacional y actitudinal. A continuación, se retoma cada uno de estos ejes para orientar los resultados, en concordancia con los elementos de análisis aportados por el enfoque de la construcción social del riesgo.
Dimensión físico-material
De acuerdo con Anderson y Woodrow (1989), esta dimensión comprende el entorno físico ambiental sometido a presión. Incluye la infraestructura de la que disponen los pobladores para refugiarse de las amenazas, además de los recursos organizativos, logísticos e institucionales con los que cuenta la comunidad para estar a salvo. En este punto, también se consideran las características de las viviendas, la tecnología, la salud de las personas y sus capacidades de trabajo.
El poblamiento de La Primavera data de 1969 en lo que parecía ser un territorio abandonado en los alrededores del antiguo Ferrocarril de Antioquia que funcionó hasta 1961. A partir de un proceso de loteo, se fueron instalando familias desplazadas de todo el país. En 2017, el asentamiento había crecido casi dos kilómetros de diámetro en torno a las antiguas vías del ferrocarril, con 156 viviendas autoconstruidas en paralelo a la carrilera y muchas de ellas ubicadas a tan solo dos metros de los meandros del Río Medellín. En 2019, el asentamiento había crecido de manera exponencial, rondando los mil habitantes (Mirada Activa Aldeas TV, 2019).
Figura 2. Fotografía satelital de La Primavera, 2021
Elaboración propia, a partir de Google Maps (2022).
De acuerdo con la caracterización sociodemográfica de La Primavera realizada por la Corporación Región (2015), a partir de 1974 los habitantes se empezaron a organizar comunitariamente y en 1993 se creó la primera Junta de Acción Comunal (JAC), período que dio inicio a la consolidación del asentamiento, favoreciendo el acceso al servicio de acueducto y energía, al igual que la construcción rudimentaria de un alcantarillado que canalizara las aguas negras hacia el Río Medellín, y más tarde, el acueducto veredal.
Hasta acá se tiene que el poblamiento de La Primavera se ha caracterizado por la autogestión, en medio de una relación inestable con las instituciones del Estado. Siguiendo con la Corporación Región (2015), desde que inició el poblamiento del asentamiento hasta la actualidad, buena parte de los habitantes ha envejecido, mientras que otros han nacido allí. De los antiguos pobladores, sobresalen víctimas del desplazamento forzado con ocasión del conflicto armado interno, además de otra población vulnerable desplazada por problemáticas ambientales o razones económicas. En este último grupo se destaca la llegada creciente en los últimos años de venezolanos que arribaron a Colombia, en busca de oportunidades tras la debacle económica del país vecino. La mayoría de la población, entre desplazados forzados y extranjeros, son comerciantes informales que venden sus productos en distintas zonas del Área Metropolitana del Valle de Aburrá.
Acerca de la difícil relación entre La Primavera y el Estado, valga decir que esta se debe primordialmente a la negativa de este último a desarrollar programas de vivienda para la población, por falta de voluntad política para la gestión de recursos y el aprestamiento de suelos en los que operar subsidios nacionales o departamentales de cara a la problemática habitacional (Corporación Región, 2015). Esta situación ha obligado a los habitantes a resolver de manera autónoma y precaria el tema de la vivienda en medio de la informalidad y de la zozobra continua por hallarse en zona de alto riesgo no mitigable. De allí se explica la naturalización del riesgo y la alta tolerancia a las amenazas que con frecuencia enfrenta la población: crecientes periódicas del río; prácticas mineras en este y el uso de los márgenes de inundación como escombreras; o la hasta hace poco desmontada torre de energía instalada por Empresas Públicas de Medellín (EPM) al borde del río y en la cabecera del asentamiento sobre viviendas y arbolado, que dejaba en riesgo de electrocución a los habitantes, por lo que después de la insistencia de la comunidad, a inicios de 2023, EPM retiró la torre para mitigar la amenaza.
Actualmente habitantes de La Primavera tienen acercamientos con la administración municipal de Barbosa para hacer frente a la advertencia permanente de desalojo que enfrenta la población, en virtud de la iniciativa que apalancó el exgobernador de Antioquia, Luis Pérez Gutiérrez (2016-2020) y que hoy sigue andando para sacar adelante el tren multipropósito en las antiguas vías del ferrocarril. Esta coyuntura representa un desafío organizativo para los habitantes de La Primavera, que se dividen entre los que defienden la permanencia y formalización en el territorio, versus las personas a favor de la reubicación pero sin ningún avance significativo hasta la fecha.
En el siguiente acápite sobre vulnerabilidades y capacidades organizativas, se precisa la influencia del género en contextos de desastre y la forma en que esta dimensión se aterriza en el asentamiento, a partir de los liderazgos femeninos.
Dimensión social y organizativa
En este componente se analiza los niveles de participación social y las capacidades de organización de las personas en el marco de la GRD. Asimismo, se considera las dinámicas institucionales, los niveles de organización política y las políticas públicas relacionadas con el tema (Anderson y Woodrow, 1989).
Según un estudio realizado en 141 países por ONU Hábitat en 2019, los eventos de desastre asociados a fenómenos naturales no afectan a toda la población por igual, de hecho las mujeres y las niñas tienen 14 veces más probabilidades de morir que los hombres debido a las diferencias de género y a las desigualdades relacionadas con los determinantes culturales y la vulneración de sus derechos económicos y sociales. Sin embargo, en el informe también se encuentra que en las sociedades con mayores niveles de igualdad entre hombres y mujeres, las catástrofes ocasionaron la misma cantidad de muertes entre ambos sexos (ONU Hábitat, 2019).
En efecto, en La Primavera hay mujeres que no son víctimas pasivas de las circunstancias, por lo que participan activamente en distintos escenarios, algunos de los cuales son convocados por ellas mismas. Para el año 2015, el asentamiento estaba conformado en un 52% por mujeres. De 392 personas censadas se identificó que, de las 111 familias asentadas, 118 mujeres respondían económicamente por el grupo familiar y 48 de ellas, aseguraban ser cabeza de familia (Corporación Región, 2015).
En este contexto, se conformó un grupo de acción colectiva integrado en principio por 27 mujeres y tres hombres denominado Liderar Primavera, con personería jurídica a partir de 2020. Este grupo se estableció como el centro de mediación entre los actores comunitarios, privados y estatales. Asimismo, hace contacto entre las organizaciones sociales y académicas, en tanto promueve espacios formativos y de participación en temas de interés comunal, como la atención en salud, redes de solidaridad, empleabilidad, seguridad ciudadana, defensa de los derechos humanos, ambientales y del territorio; además de que se realizan acciones de sensibilización, educación, atención y respuesta en el marco de la GRD.
Las mujeres que participan en el colectivo, en su mayoría madres y cuidadoras cotidianas, tienen grandes habilidades de convocatoria. La permanencia en el territorio les permite entender las dinámicas del asentamiento, lo que a varias de ellas las ha posicionado como gestoras comunitarias. Sobre el rol que desempeñan en estos espacios, una de las lideresas del territorio encuentra diferencias sustanciales con relación a la participación de los hombres y sus formas de liderar, porque, de acuerdo con su experiencia, estos suelen ser autoritarios, mientras que las mujeres son más propensas a la escucha (Lideresa social de La Primavera, comunicación personal, 14 de julio de 2022). Para ellas no es fortuito, de hecho, la mayoría de los hombres se van a trabajar mientras que ellas se quedan en la casa a cargo de las labores domésticas y del cuidado, al tiempo que permanecen expuestas a las amenazas de La Primavera, lo que las autoriza para hacer sugerencias, ya que conocen de primera mano las condiciones del territorio (Palacio,1 comunicación personal, 14 de julio de 2022).
Esta presencia ininterrumpida puede volverlas más eficaces para movilizar a la comunidad, dada su percepción del riesgo. De acuerdo con la Organización Panamericana de la Salud, las mujeres “forman grupos y redes de actores sociales que trabajan para satisfacer las necesidades más urgentes de la comunidad. Esta clase de comunidad organizada ha resultado esencial en preparativos para casos de desastre y mitigación” (OPS, 2021, p. 11).
En La Primavera, las redes de trabajo sobre GRD se componen de actores oficiales, privados, sociedad civil organizada y academia, con algunas figuras visibles de mujeres. En la siguiente tabla se presenta la composición de estas redes y los niveles de confianza que les suscita cada actor a la comunidad.
Tabla 1. Actores en la GRD de La Primavera y percepción por parte de la comunidad
Nota. La Tabla presentada es resultado del grupo focal realizado con 31 miembros de La Primavera el 27 de noviembre de 2021. Fuente: Elaboración propia en el marco del proyecto de investigación.
En síntesis, sobresalen percepciones de confianza ante los actores oficiales, excepto en unos cuantos casos que les suscitan desconfianza, rechazo o indiferencia. La percepción también es favorable respecto al sector privado, distinto a lo que sucede con las oenegés y las universidades, entre las cuales solo una de aquellas les merece confianza mientras que estas últimas les generan recelo. Finalmente, la percepción más desigual es entre los actores comunitarios incluyendo a las y los líderes. De hecho, solo la Asociación de Víctimas los Meandros obtiene confianza plena, los demás oscilan entre la indiferencia o la duda, de acuerdo con las circunstancias (ver motivos en la columna de observaciones de la tabla 1).
En cuanto a los liderazgos, destacan un hombre y tres mujeres por su trayectoria en el asentamiento, sobre los que refieren niveles de confianza intermitentes. En la GRD es importante valorar los niveles de confianza que generan los actores entre las comunidades afectadas para calibrar la posibilidad de conformar redes de acción eficientes y eficaces, al ser la base de la gobernanza, entendida como “una estructura o un orden que no se puede imponer desde el exterior, sino que es resultado de la interacción de una multiplicidad de agentes dotados de autoridad y que influyen los unos en los otros” (Kooiman y Van Vliet, 1993, p. 64). Esta lógica ha permeado la GRD, para tener en cuenta los variados actores implicados, sus visiones del riesgo, intereses y conocimientos, en aras de un mayor entendimiento de la vulnerabilidad (Calderón y Frey, 2015) pero también de las capacidades de las personas e instituciones para la toma de decisiones.
En este último aspecto, además de la confianza, es necesario ponderar los niveles de interés e influencia de los actores, entendido aquel como la voluntad de trabajar en la GRD, y esta como la capacidad real que tienen para solucionar los problemas. En la figura 3, se muestra la valoración que hizo la comunidad del interés y la influencia de cada uno de los actores identificados en la tabla 1:
Figura 3. Niveles de interés e influencia de actores en la GRD, La Primavera. Sociograma resultado de grupo focal realizado con miembros de La Primavera el 27 de marzo de 2022
Elaboración propia en el marco del proyecto de investigación.
Con relación a los liderazgos femeninos y de acuerdo con la figura 3, la comunidad percibe bajos niveles de interés en la GRD por parte de los actores involucrados (cuadrantes A, D y G), de los cuales dos son comunitarios –JAC y lideresa Ingrid Palacio–. En el nivel medio de interés (B, E y H), hay cuatro actores comunitarios, dos de ellos lideresas (Nury Mesa y Raquel Romero); mientras que en el nivel alto (C, F, I) entre los cinco actores identificados, no hay ninguna mujer, contrario a la alta valoración que obtuvo Martín Berrío, el único líder masculino reconocido del sector.
Sin embargo, en la GRD no basta con el interés para participar en estos procesos, por lo que es necesario identificar la influencia que tienen los actores para concretar acciones. En ese orden de ideas, los cuadrantes A, B y C muestran la baja incidencia que percibe la comunidad por parte de siete actores, entre ellos tres comunitarios –Ingrid Palacio, JAC y la Iglesia Cristiana Ministerio Fe y Oración–. De los 11 actores en el nivel medio, se reconocen tres comunitarios –Asociación de Víctimas Los Meandros, Nury Mesa y Raquel Romero–. Finalmente, en el nivel alto de influencia sobresale el líder Martín Berrío quien, junto con la Corporación Región, son los mejor valorados por la comunidad en virtud de sus elevados niveles de interés en la GRD en La Primavera y su amplio margen de influencia para movilizar recursos y actuar.
Al igual que se muestra en la literatura sobre GRD desde la perspectiva de género (Endara, 2018; Rojas, 2018; Fernández y Dema, 2018), en el asentamiento las mujeres realizan múltiples labores generalmente no remuneradas, además de la trayectoria empírica en la GRD. Del mismo modo, estas lideresas se desempeñan como madres de familia, participan en la JAC, algunas en la Asociación de Víctimas, e interlocutan con la Administración y el Concejo Municipal para gestionar la situación del asentamiento. Sin embargo, pese a la presencia en diversos escenarios al parecer no basta para ganarse la confianza plena del resto de la comunidad, sin desmeritar el papel que desempeñan en la movilización de recursos para la gente (grupo focal, 27 de marzo de 2022).
Lo anterior repercute en los alcances de la participación, pues el hecho de que la confianza en las lideresas sea intermitente y que la comunidad perciba bajos o medios niveles de interés y de influencia en la GRD por parte de estas mujeres, representa un obstáculo para alcanzar los grados más elevados del poder ciudadano, de acuerdo con el modelo de Arnstein (1969):
Tabla 2. Escala de participación Ciudadana, Arnstein (1969)
8 |
Control ciudadano |
Poder ciudadano |
Espacios inventados |
7 |
Poder delegado |
||
6 |
Asociación |
||
5 |
Aplacamiento |
Falsa integración |
Espacios invitados |
4 |
Consulta |
||
3 |
Información |
||
2 |
Terapia |
No participación |
|
1 |
Manipulación |
Elaboración propia a partir de Arnstein (1969).
En este sentido, los escalones más esquivos son el poder delegado (7) y control ciudadano (8), entendido aquel como la capacidad real que tiene la población (en este caso las mujeres lideresas) para encausar acciones o proyectos, y el escalón 8 como la participación efectiva de estas mujeres en acciones compartidas y coordinadas con actores externos a la comunidad. La experiencia de La Primavera da cuenta de una activa movilización de las lideresas, que, sin embargo, bordea, pero no alcanza plenamente el empoderamiento de acuerdo con la propuesta de Arnstein (1969). En buena medida esto se debe a las confrontaciones entre lideresas, porque cada una defiende visiones distintas del desarrollo y del bienestar comunitario, en torno a la posibilidad de permanecer en el sector con garantías del Estado, frente a la tendencia de otros pobladores que buscan la reubicación por parte de la Administración, sin perder los derechos adquiridos en el territorio.
Se tiene entonces que hay intereses comunes, respecto a la mitigación del riesgo, la dignificación de las condiciones de vida en el asentamiento y el reconocimiento de la importancia del trabajo en red. Pero los conflictos vienen por cuenta de la divergencia ya señalada, además de la pregunta por cómo y con quién aliarse para combatir la vulnerabilidad estructural de los habitantes, y las formas de ganarse la confianza de la comunidad, entre la confrontación y la condescendencia.
Estas diferencias internas son percibidas por los actores externos y tomadores de decisiones, que en ocasiones las instrumentalizan para direccionar sus intereses y conformar alianzas parciales con la comunidad y sus líderes y lideresas, dificultando así que se concreten las opciones contempladas por los habitantes de La Primavera, entre la permanencia digna en el sector o la reubicación con garantías, ya que, hasta el momento, sigue en pie la amenaza oficial de desalojar el territorio.
Dimensión motivacional actitudinal
En esta dimensión, se tiene en cuenta la manera en que las comunidades se conciben a sí mismas y su relación con el entorno. De allí que importe la forma en que los habitantes conviven con las amenazas y con el riesgo y si los consideran de esa manera o no (Anderson y Woodrow, 1989).
En La Primavera las personas han aprendido a convivir con las amenazas de origen natural y antrópico, aunque no les restan valor, por el contrario, estas han dado origen a los liderazgos femeninos en el asentamiento, que tratan de hacerles frente. No obstante, como se argumentó en el acápite anterior, la inexistencia de un consenso entre estas mujeres para gestionar la situación incide en los alcances del empoderamiento, lo cual no contradice el hecho de que “La participación de las mujeres es fundamental para gestionar eficazmente el riesgo de desastres y diseñar, dotar de recursos e implementar, planes y programas de reducción de riesgos de desastres sensibles al género” (Naciones Unidas, 2015, p. 36).
A pesar de los desafíos que entrañan estos liderazgos y sus repercusiones en la comunidad dadas las diferentes perspectivas de trabajo, la experiencia acumulada en la GRD ha demostrado la importancia de cultivar relaciones sociales igualitarias para forjar “modelos de crecimiento y desarrollo más sostenibles y, por tanto, aprender a vivir con más seguridad con los peligros y los riesgos en entornos más seguros” (Enarson, 1998, p. 173). No en vano, la paridad de género y el empoderamiento son dos imperativos en los ODS, el Marco de Hyogo y Sendai 2015-2030, lo que a escala local conlleva a la gobernanza mediante la activación de escenarios colectivos, a través de la educación y la comunicación social en la GRD con enfoque diferencial y de género (UNGRD, 2022).
Es precisamente este último aspecto el que han dinamizado las lideresas en el asentamiento, pese a los conflictos que son inherentes a la vida colectiva. La capacidad de movilizar recursos, a las personas, y visibilizar en la agenda pública la vulnerabilidad de los territorios, es un rasgo característico de los liderazgos femeninos, dada la relación y presencia continua que las mujeres suelen tener en los espacios vitales, lo que con frecuencia suma a favor del empoderamiento en la GRD.
Sin embargo, hay que tener en cuenta que estos no son procesos lineales y dependen de la composición de las redes de trabajo, los objetivos de los actores, el nivel de interés, de influencia y la confianza que generan entre sí; especialmente la forma cómo son percibidos por la comunidad porque de acuerdo con esto, será más o menos difícil gestionar el riesgo con apertura a actores externos y de forma negociada, o, por el contrario, en medio de procesos conflictivos e inestables.
En La Primavera, por el valor que les confiere la comunidad a las alianzas estratégicas con actores extra comunitarios y la confianza depositada en ellos –principalmente a favor de los públicos y privados–, es posible pensar en el tipo de resiliencia comunitaria inclusiva, caracterizada por Serrano et al. (2019) conforme el vínculo integrador entre los sujetos y las facilidades para trabajar con “el afuera”, de donde surge “lo común”. Este tipo de resiliencia promueve la cooperación con formas de solidaridad abierta, si bien paradójicamente en el asentamiento se percibe mayor desconfianza “hacia dentro”, con los propios líderes, lo que no ocurre con la mayoría de los actores externos. En este caso, Serrano et al. (2019) hablan de resiliencia comunitaria restrictiva, aunque aquí el rompimiento no es con “el afuera” sino al interior de la comunidad, mediante lógicas competitivas y fragmentadas.
En este sentido, se infiere que los liderazgos femeninos en La Primavera no son la causa exclusiva de la situación, pero contribuyen a exacerbarla, porque a pesar de que las lideresas son reconocidas por la comunidad en virtud del conocimiento del territorio y la capacidad de gestión, la simpatía con alguna(s) de ella(s) divide a las personas frente a cómo perciben la situación en el asentamiento y cuál es la mejor forma de proceder.
Conclusiones
La GRD alude al proceso a través del cual las comunidades pueden forjar la resiliencia y disminuir la vulnerabilidad ante eventuales desastres, mediante la participación ciudadana en aras de contribuir a la coproducción de territorios seguros, que apunten al mejoramiento de la calidad de vida de sus pobladores. Desde la perspectiva de la construcción social del riesgo, cada vez parece más necesario tomarse en serio el empoderamiento de las mujeres a través de los liderazgos, para mitigar las vulnerabilidades de hombres y mujeres, además de promover el desarrollo de capacidades y el acceso igualitario a recursos, que son la base para participar en la toma de decisiones vinculantes en las áreas de prevención, mitigación y respuesta.
Aunque es común asociar la participación de las mujeres con la armonía, dados los roles tradicionales del cuidado asignados históricamente; mayoritariamente enfocados a la planeación y administración del trabajo doméstico, a la responsabilidad que le otorga la sociedad en un perfil de asistencia –no proveedora– y cuidadora principal de niños, mayores y población con discapacidad, –descontando el hecho de que todo lo que hagan las mujeres y más en roles de poder, permanece marcado por el género–, el caso de La Primavera muestra la coexistencia de esta mirada convencional con la visión de mujeres desafiantes, que se distancia de la pasividad con la que muchos asocian lo femenino.
La movilización de recursos en entornos con vulnerabilidad social, económica, ambiental y política suele vincularse a formas de asociación más o menos coordinadas. Si bien las mujeres de La Primavera son referente de acopio para redes de financiamiento y cooperación de escala nacional e internacional, la validación en temas de seguridad, poblamiento, acceso y distribución de los recursos trasciende a escenarios de disputa por el poder con diversos actores del territorio.
Más allá de la casuística, el estudio de este asentamiento a través de categorías como los niveles de interés, incidencia y la confianza en la GRD, permite problematizar los liderazgos de las mujeres como fenómenos complejos, debido a los retos del contexto y la exhaustividad de las cargas domésticas, tan abordado en los estudios de género y desastres.
Entender estos liderazgos contribuye al entendimiento del devenir comunitario, entre las orillas de la vulnerabilidad y la resiliencia, más o menos distantes conforme los alcances de la participación. Al final, el desidealizar estos liderazgos no solo permite complejizar el rol de las mujeres sino además los sentidos de comunidad que no son indiferentes a los cambios en la percepción y autopercepción de estas como actores que movilizan recursos y su real capacidad de gestión.
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Fecha de recepción: 7 de abril de 2023
Fecha de aceptación: 22 de julio de 2024
DOI: https://doi.org/10.29092/uacm.v21i55.1113
1 Los datos fueron cambiados a solicitud de los entrevistados para salvaguardar su identidad. En adelante, los nombres con * fueron modificados por la misma razón.
2 “En el marco de la Ley de víctimas y restitución de tierras (Ley 1448 de 2011), se inició un diálogo entre los organismos estatales, organizaciones sociales y lideresas del asentamiento La Primavera que dio como resultado en 2013 la Asociación de víctimas y desplazados Los Meandros Nuevo Amanecer. De acuerdo con lo registrado en el informe de caracterización, el 95% de la población provenía de familias pobres de varios municipios de Antioquia o desplazados de Segovia, Ituango, Frontino, Tarazá, Yolombó, Andes, Cisneros, Bello, entre otros (municipios) de la ciudad de Medellín” (Bligoo Vereda la Primavera, s.f., citado en Corporación Región, 2015, p. 8).
* El desarrollo de este artículo se enmarca dentro de los lineamientos y productos del programa de investigación “Vulnerabilidad, resiliencia y riesgo de comunidades y cuencas abastecedoras afectadas por fenómenos de deslizamientos y avalanchas” código 1118-852-71251, proyecto Determinación de las variables socioculturales y psicológicas de vulnerabilidad y resiliencia derivadas de eventos de estrés por desastres de origen natural o antrópico”, contrato 80740-492-2020 celebrado entre Fiduprevisora y la Universidad de Medellín, con recursos del Fondo Nacional de Financiamiento para la ciencia, la tecnología y la innovación, “Fondo Francisco José de Caldas”.
** Docente investigadora de la Facultad de Ciencias Sociales y Educación adscrita a la Institución Universitaria Colegio Mayor de Antioquia, Colombia. Correo electrónico: natalia.posada@colmayor.edu.co
*** Docente investigadora de la Facultad de Ciencias Sociales y Educación adscrita a la Institución Universitaria Colegio Mayor de Antioquia, Colombia. Correo electrónico: gloria.londono@colmayor.edu.co
Volumen 21, número 55, mayo-agosto de 2024, pp. 499-527
ISSN versión electrónica: 2594-1917
ISSN versión impresa: 1870-0063