DOI: https://doi.org/10.29092/uacm.v21i55.1114


Ignacio Ellacuría para tiempos presentes


Ángel Sermeño Quezada*


Brito, M. (2022). Ignacio Ellacuría. Fraternidad solidaria.

Barcelona: Herder.



El presente libro forma parte de una reciente colección de la editorial Herder orientada a divulgar el pensamiento de importantes autores iberoamericanos y del caribe, dirigida por el filósofo chileno Ricardo Espinoza Lolas. Se trata de una colección integrada por breves monografías que recogen lo sustantivo de la obra de pensadores/as como Ignacio Ellacuría, Enrique Dussel o María Zambrano, por citar algunos de los primeros volúmenes que han visto la luz. Por lo demás, se trata de pensadores que en algunos casos son poco conocidos y en otros casos, aunque bien reconocidos, se encuentran, no obstante, en los márgenes del canon convencional de la agenda filosófica, teológica, politológica y/o humanista en nuestros días. Contribuir a corregir ese, llamémosle así, desequilibrio injustificado es el objetivo de la referida colección, al promover su divulgación hacia el público iberoamericano más amplio posible.

En el caso concreto del autor que esta breve nota se ocupa, es decir, del filósofo, teólogo y luchador por la justicia y los derechos humanos, el sacerdote jesuita Ignacio Ellacuría Beascochea (Portugalete, Vizcaya, 9 de noviembre de 1930- San Salvador, El Salvador, 16 de noviembre de 1989), la redacción de la monografía corre a cargo de una joven y brillante filósofa salvadoreña, Marcela Brito de Butter quién se ha convertido ya en una reconocida autoridad en la exposición y divulgación del amplio y complejo pensamiento de dicho autor. Conviene comentar rápidamente, para las generaciones jóvenes que quizás aún no habían escuchado de este imprescindible autor para el pensamiento iberoamericano y universal, que una nota característica de Ellacuría es la muy coherente y muy poco frecuente, valga reiterar, correspondencia entre su biografía intelectual y la manera como Ellacuría condujo su vida. Es decir, a reserva de incurrir en un pleonasmo, la biografía “personal” de dicho autor que encarnó en su pensamiento y, viceversa, como ese pensamiento tiene una clara orientación emancipadora y liberadora de lo que Ellacuría denomino las “mayorías populares” de nuestra región que viven en condiciones de pobreza, explotación y marginación producto de un sistema estructural de injusticia social. Denunciar dicha injusticia y proponer soluciones para su superación es, como se sabe, lo que llevó a Ellacuría a sufrir una muerte martirial a manos de fuerzas élite del ejército de El Salvador.

Entrando en materia. Marcela Brito estructura la monografía en tres capítulos concisos y sustanciosos. El primero de ellos recupera la precisa concepción de filosofía que Ellacuría defendió. El segundo capítulo esboza los contornos de la filosofía de la realidad histórica, el aporte más sistemático que en este terreno dejó el filosofó mártir. El tercero, finalmente, ofrece una mirada a la sólida conexión entre ética y política, tan característica como ya se ha adelantado, del pensamiento de Ellacuría.

Sobre la idea de filosofía que Ellacuría defendió puede decirse que encarna una concepción crítica y desideologizadora de la misma. Es ésta, sin duda, una visión radical de la filosofía desde el punto de vista de la función y misión que Ellacuría le asigna. Al mismo tiempo, es una concepción perfectamente tradicional y/o convencional de la misma porque para Ellacuría la filosofía es lo que ha sido siempre, a saber: una búsqueda de la verdad y una interpretación totalizadora o totalizante de la realidad (material, física y, en definitiva, “real”). En efecto, para Ellacuría, la filosofía es primordialmente una metafísica intramundana que tiene como objetivo determinar la índole última de las cosas. Al respecto, el propio Ellacuría dejó establecida su manera tríptica de entender a la filosofía, pues para él, ésta es al mismo tiempo; a) una forma de saber; b) un modo de vivir; y, c) una actividad transformadora que orienta al mundo y la vida.

Hay sin duda mucho de hegeliano en la manera de Ellacuría de entender la filosofía como una forma de saber en el sentido de que el saber filosófico es siempre un “sistema” que busca entender la realidad de manera radical, ultima y total. En este sentido, la filosofía, toda filosofía, es siempre un saber en búsqueda de su objeto que alcanza solamente al final de su construcción. Y esto es así porque solamente al final de un proceso intelectivo la filosofía puede encontrar o desvelar que sea ese objeto que involucra todas las dimensiones de lo real: naturaleza, historia, ser humano, sociedad, etcétera. Para Ellacuría, tal y como se explica en el segundo capítulo, ese objeto es lo que él denominó la “realidad histórica”.

Como forma de vida, la filosofía era entendida por Ellacuría como aquella transformación que ocurre tanto en la conciencia como en la práctica (praxis) de aquel o aquella que filosofan. Ellacuría estaba de acuerdo con el multicitado apotegma marxista que sostiene que no basta con conocer y comprender el mundo, sino que de lo que se trata es, justamente, de transformarlo. Y, es que, en efecto, el conocimiento filosófico forzosamente debe conducir a una disposición que le dé sentido a la vida y al mundo. En Ellacuría dicha disposición adopta la forma de una voluntad de verdad sobre las que se sustentan sendas voluntades de vivir y de ser que conducen a una idea de filosofía como actividad crítica y liberadora de las injusticias y males del mundo. Es precisamente este rasgo el que inspira a Marcela Brito a subtitular su monografía como “fraternidad solidaria”.

Orientar la intelección filosófica hacia el mundo y la vida no es sinónimo de justificar ramplonamente una condición militante de la filosofía. Si bien la condición de politicidad es intrínseca e irradicable de la filosofía ésta debe ser bien entendida y significa sencillamente que la filosofía puede y debe estar “al servicio” de la verdad y de su realización concreta en la vida de los pueblos. Ningún pensamiento filosófico puede eludir la condición de estar situado históricamente. Todo ejercicio intelectivo tiene un carácter opcional, parcializado, contextualizado que implica un desafío pues ningún filosofo puede filosofar fuera de su situación; misma que es pública y, por ende, política. Por ello toda filosofía posee un carácter ético que en vida Ellacuría siempre enfatizaba en sus charlas y conferencias como “ético-político”. Sobre este carácter de la filosofía ellacuriana, la autora del libro se explaya en el último capítulo.

Como ya se dijo, para Ellacuría el objeto de la filosofía es la realidad histórica. Este concepto, como no podía ser menos, es el resultado de una compleja y prolongada elaboración. Entre otras cosas, recupera toda la mirada científica del mundo físico-material (la materia, el espacio, el tiempo, la vida) aprendida de la filosofía de su maestro Xavier Zubiri, pero también incorpora todas las otras dimensiones de la realidad que subsumen la anterior, expresadas en la naturaleza de la condición humana y de la historia.1

Como explica Marcela Brito “por realidad histórica entendemos la unidad total de la realidad en su grado más alto de apertura; toda forma de realidad, desde la más elemental hasta la historia misma, queda asumida por subtensión dinámica; es decir, que toda realidad nueva se apoya en las anteriores y estas se conservan gracias al carácter estructural de lo real” (p. 60). Esta unidad estructural de la realidad histórica es sobre todo una unidad estructural dinámica “en y por sí misma” que se explica, sostiene Brito, a partir de cinco postulados ellacureanos, a saber:


1) toda realidad intramundana constituye una unidad física, compleja y diferenciada; 2) la unidad de la realidad histórica es en sí misma dinámica porque es física y material, y la materia es ella misma dinámica; 3) ese dinamismo no se debe confundir con dialéctica; 4) este dinamismo tiene carácter innovador, es decir, que da más de sí, a partir de la liberación de formas superiores y más complejas de realidad a partir de las inferiores porque la unidad del proceso de la realidad histórica es ascendente, aunque no predeterminada ni finalística; y, 5) esta unidad que es la realidad histórica, es la manifestación suprema de la realidad, porque todas las formas de realidad y los dinamismos que asume en su unidad la hacen más compleja y abierta a una amplísima gama de posibilidades para irse haciendo desde la praxis individual y colectiva. (Cfr. 62-64)


Descubrir los usos de este concepto para comprender las diversas formas de cambios y/o de transformación de las sociedades en los principales ámbitos, sociales, políticos, culturales, etcétera es una grata desvelación que ofrece la lectura del capítulo dos de este libro.

Afirmar la conexión entre ética y política no es, por supuesto, ningún descubrimiento del pensamiento de Ellacuría, pero si es una de sus características más distintivas. Tiene como punto de partida un diagnóstico pesimista pero ciertamente realista sobre el devenir de la realidad histórica de nuestro tiempo. Se trata de un diagnóstico radicalmente crítico con la civilización occidental y el modo capitalista de producción. De acuerdo con Ellacuría el capitalismo ha traído males mayores que beneficios a la humanidad y sus procesos de autocorrección nunca han dado suficientes muestras de corregir o revertir su nociva trayectoria. No puede negarse, entonces, que vivimos en un mundo peculiar, injusto en donde conviven islas de abundancia con océanos de pobreza. Una realidad histórica que se caracteriza por “el predominio efectivo de la falsedad sobre la verdad, de la injusticia sobre la justicia, de la opresión sobre la libertad, de indigencia sobre la abundancia, en definitiva, del mal sobre el bien” (p. 120).

La contrapartida de tal diagnóstico es una propuesta con claros tintes utópicos. Consiste en una propuesta titánica de revertir el rumbo histórico. Ello supone avanzar sobre un cambio estructural del sistema de posibilidades que configura el actual orden injusto del mundo. No se trata, pues, de visiones asistencialistas o de retóricas moralistas, que reducen la responsabilidad de la acción a lo individual sin atender a la acción de otras fuerzas y estructuras que configuran la realidad histórica del presente. Por el contrario, es una suerte de exigencia kantiana de “honradez con la realidad” al reconocer el mal común que aqueja al mundo porque sólo desde ese lugar es posible construir un compromiso colectivo con el horizonte puesto en la construcción de una nueva civilización más humana y justa.

Este énfasis en la importancia de dar prioridad a lo comunitario, expresado como un compromiso preferencial por las mayorías populares que es tanto ético (luchar por la justicia social) como epistémico (el pobre como lugar que da verdad), suele ser sencillamente ignorado y desdeñado en las esferas intelectuales del orden establecido. En cambio, las filosofías de moda con fuertes tintes estoicos que impúdica y cínicamente pregonan la resignación y la impotencia frente a la terminal crisis civilizatoria que atravesamos inundan las mesas de novedades de las librerías globales. Ante ello, el pensamiento de fuerte tono profético y lleno de esperanza de Ignacio Ellacuría, merece ser revalorado. Ha ello contribuye este breve, pero al mismo tiempo completo y riguroso, volumen tan acertadamente confeccionado por Marcela Brito.



DOI: https://doi.org/10.29092/uacm.v21i55.1114


1 La relación Zubiri-Ellacuría es un tema de debate interno entre los exégetas de la obra de Ellacuría. El mismo consiste en precisar cuánto, por así decir, adeuda Ellacuría en tanto pensador filosófico respecto de su maestro Zubiri y cuándo su filosofía, en términos de riqueza conceptual y analítica, logra despegarse de este último. Sobre este tema, Ricardo Espinoza Lolas, el director de la colección a la que pertenece el presente volumen, estima que la interpretación de Ellacuría que ofrece Marcela Brito tiene la ventaja de despegarse de interpretaciones previas de la filosofía de Ellacuría, como las de Héctor Samour o Antonio González, y nos ofrece una lectura de Ellacuría por Ellacuría.

* Profesor-investigador de la Academia de Ciencia Política y Administración Urbana en la Universidad Autónoma de la Ciudad de México (UACM). Correo electrónico: angel.alfredo.sermeno@uacm.edu.mx

Volumen 21, número 55, mayo-agosto de 2024, pp. 531-536
ISSN versión electrónica: 2594-1917
ISSN versión impresa: 1870-0063