DOI: https://doi.org/10.29092/uacm.v21i56.1139
Concepción Gimeno en su siglo y en el nuestro
Leticia Romero Chumacero*
Simón Alegre, A. (2023). Concepción Gimeno de Flaquer (1850-1919). Cartas, cuentos cortos y artículos periodísticos. Estados Unidos: Vernon Press.1
Asombro. Quizá esta palabra sea la más justa para expresar lo que experimenta quien se aproxima por vez primera a la trayectoria intelectual de alguna escritora de habla hispana del siglo XIX. Lo mismo si se trata de una autora de canon, como Emilia Pardo Bazán, o de una poco conocida, como Emilia Serrano, su biografía será tan rica en anécdotas que bien podrá abarcar robustos tomos a través de los cuales nos será dado acompañar su formación académica, sus vínculos con las plumas más connotadas de su época, sus decisiones creativas y empresariales a veces inesperadamente modernas, o su opinión sobre temas políticos y culturales que la tradición encontraba ajenos a las decimonónicas.
Otro tanto cabe afirmar respecto de sus obras, sólo recientemente atendidas en serio por la crítica y la historia literarias, que van descubriendo, con sorpresa, que esas mujeres no sólo escribieron y publicaron poesía, sino cuentos, ensayos, novelas, piezas para la escena y periodismo, hicieron traducciones y editaron diarios y revistas tanto en su país como en el extranjero. Todo esto aplica también para las autoras mexicanas, por cierto.
En consonancia con el merecido y reciente interés en torno a esas pioneras, en Concepción Gimeno de Flaquer (1850-1919). Cartas, cuentos cortos y artículos periodísticos, Ana Isabel Simón Alegre ofrece una antología cuidadosamente articulada, que muestra la vastedad y variedad de intereses literarios de doña Concepción Gimeno, escritora española que vivió en México entre 1883 y 1890, conoció al presidente Porfirio Díaz, le dedicó libros y artículos a Carmen Romero Rubio de Díaz –la “primera dama” del país–, y participó en eventos de la clase culta capitalina entre la cual concitó tal admiración que se le tributó un opúsculo con el título Homenaje a Concepción Gimeno de Flaquer, en 1884.
Pero, más allá de su breve y esplendente paso por México, la vida de esa escritora nacida en Alcañiz, Teruel, en 1850, ofrece un ejemplo del trayecto efectuado por algunas literatas profesionales en el siglo antepasado. Quizá ése es uno de los mayores méritos del libro: el caso de una devela la existencia de varias más y desmonta la versión según la cual el XIX fue un siglo ayuno de escritoras relevantes en lengua hispana. Los trabajos compilados resultan suficientemente elocuentes en este sentido: son textos inteligentes y bellos.
Simón Alegre informa que Gimeno “[fue] una creadora autodidacta, de clase social media baja y forastera en la ciudad que la vería emerger: Madrid”. En efecto, como otras mujeres para quienes la educación escolarizada no estuvo en el horizonte de posibilidades, la asturiana fue autodidacta, ávida lectora y una criatura disciplinada que “siempre [tuvo] afición a aprender”, según sus propias palabras. Hay indicios de su conocimiento del idioma francés, habilidad nada inusual entre gente culta de la segunda mitad de esa centuria si atendemos las biografías de las argentinas, chilenas y mexicanas, por ejemplo. Así, pues, amén del contacto con la lengua gala, varias autoras hispanoamericanas coincidieron con Gimeno en la clase social de origen, en la temprana afición por la lectura y en el apoyo de algún integrante de su familia para dedicar tiempo a ciertas actividades artísticas e intelectuales, no ligadas al universo doméstico. Y la coincidencia va más allá: no sólo escribieron, sino que también editaron revistas y sus labores creativas fueron noticia en los rotativos de su época.
En el texto introductorio al libro en comento la antologadora ofrece más datos para calcular la relevancia de Gimeno, directora de los diarios La Ilustración de la Mujer (España, 1873-1875), El Álbum de la Mujer (México, 1883-1890) y El Álbum Ibero-Americano (España, 1890-1909). Amén de editar, la escritora colaboró en periódicos desde el inicio de la séptima década del siglo XIX y, dato de sumo interés, parece haber obtenido una gratificación por esa labor. Incluso si no le convenía publicitar esto último debido al prejuicio burgués en torno al trabajo remunerado, la existencia de indicios a favor de esa hipótesis contribuye a derribar otro mito relativo a las mujeres de pluma, por lo general consideradas meras diletantes en ese terreno, es decir, ni profesionales ni asalariadas.
Al ampliar su red de contactos por la vía de su matrimonio con el periodista Francisco de Paula Flaquer, cuya posición social situó a la pareja en la clase media alta de la península ibérica, el talento de la escritora le permitió aprovechar sus nuevas relaciones con la crema y nata en torno suyo. Organizó tertulias, sumó colaboradoras y colaboradores para sus periódicos y dedicó obras literarias a personas cuya influencia o peso simbólico valoraba y acaso podía serle de utilidad. Lejos de ser diletante, la escritora era pragmática.
Esa presencia en el espacio público brindó a Concepción Gimeno una tribuna para respaldar las dos grandes reivindicaciones femeninas del siglo XIX: la educación de las mujeres y su acceso al desarrollo profesional; más adelante habría de sumarse también al reclamo sufragista. De ahí la sonora fama que la precedía cuando arribó a México y fue anunciada en la prensa como “la defensora de la mujer”. Una vez en ese país americano, no pudo menos que observar la gran cantidad de similitudes entre las circunstancias de las mujeres de pluma de uno y otro lado del Atlántico.
Más aún, en ambos continentes tuvo ocasión de enfrentar las campañas contra las escritoras con un denuedo digno de atención, el cual pudo despertar estupor e interés entre las mexicanas, no habituadas en ese momento a desafiar tan abiertamente las voces críticas: “Las literatas tienen en contra suya a los estúpidos, los ignorantes, los burlones de oficio, los pedantes de profesión, los poetastros, los retrógrados, los entendimientos apolillados, los hombres de ideas rancias y las mujeres necias” (Gimeno de Flaquer, 1883, s.n.p.). Al respecto, cabe acotar que, incluso años más tarde, en México, algún gacetillero habló con indignación de la existencia del flaquerismo, en recuerdo de “una española literata y escritora [sic], que tenía la manía de traer siempre a las vueltas la cuestión de la educación de la mujer” (Sin firma, 1898, p. 1, cursiva del original).
Las dificultades, empero, no la arredraron. De su fuerte carácter da cuenta la propia Gimeno, citada en la introducción del libro: “nunca he sentido el menor temor al hablar en público: todo lo contrario”. Esa predisposición para plantarse con confianza en un escenario es revelada, asimismo, mediante las noticias sobre su poco conocida faceta de actriz aficionada. Y a la fuerza de ánimo cabe sumar, a guisa de ejemplo, su capacidad para argumentar en favor suyo cuando publicó en México un artículo sobre la importancia histórica de doña Marina, la Malinche, pese a las reticencias de sus contemporáneos, cuyas opiniones oscilaban entre la franca descalificación y el ominoso y voluntario olvido.
Aún existen vacíos informativos en torno a ciertos pasajes en la biografía de doña Concepción, advierte Simón Alegre. Se desconoce, por ejemplo, la razón por la que abandonó México y volvió a España, así como los motivos por los cuales dejó otra vez su patria, ahora en pos de Argentina y sin la compañía de su marido. (Esas lagunas son espacios de oportunidad para futuras investigaciones, sin duda.) Y precisamente en tierras australes falleció Concepción Gimeno, en 1919.
Ahora bien, el texto introductorio del libro permite a la antologadora esbozar el contexto donde surgen los documentos con los cuales ofrece una muestra de la producción en prosa de Gimeno. El recorrido, tal como lo anuncia Ana Isabel Simón, va de lo personal (las cartas) y la ficción (los cuentos), a la opinión pública (los artículos). El primero de esos bloques consiste en una versión actualizada y comentada de una decena de cartas privadas, remitidas por la escritora a un actor entre marzo y mayo de 1873. Se trata de epístolas donde la joven Concepción exhibe rasgos de su amplia cultura, autoconfianza y tenacidad; forman parte de su estrategia para convencer al histrión Manuel Catalina para que actúe con ella y algunas amistades en una puesta en escena amateur, cometido que logró. Hay frescura y donaire en las misivas.
El segundo gran bloque lo constituyen siete cuentos breves, hasta ahora los únicos localizados en el acervo de la también novelista; su data va de 1879 a 1908. Aquí el estilo luce más acotado a moldes estéticos de cuño realista, propios de esos años en la península. Hay cierta coincidencia en el interés de la autora en historias de mujeres, sin que esto implique un tono panfletario. Acaso cabría leerlos a la luz de otras cuentistas del periodo, como Laura Méndez o Emilia Pardo Bazán, para observar ciertas coincidencias en el enfoque de los universos femeninos.
Finalmente, la antología presenta diecisiete artículos periodísticos cuya producción abarca entre 1877 y 1909. Este bloque, a su vez, está integrado por tres secciones: primero, hay textos relativos a asuntos personales o vinculados con el acontecer cotidiano de la autora; después, “Encuentros de Concepción Gimeno de Flaquer con México y las mexicanas”, apartado donde asoma un certamen de flores en el pueblo de San Ángel, hay alusiones al mundo indígena, a doña Marina y a las mujeres de Jalisco: una aguda mirada ajena a folklorismos.
El último tema al que se dedica una sección es el pensamiento feminista de la aragonesa. Aquí se enfatiza la relevancia de la educación que se había escatimado históricamente a las mujeres, pero también algunos otros aspectos a través de los cuales se revela cómo entendía el feminismo esa escritora finisecular, tan aguerrida. Al tratarse de una edición crítica y actualizada, la del libro va acompañada por profusas y escrupulosas notas de contexto que corrigen información incompleta o de plano errónea sobre la escritora. Tales notas guían la lectura e iluminan diversos aspectos tanto de lo sabido como de aquello aún por descubrir en torno a ella; en todo caso, develan una investigación hecha con rigor.
En años recientes se han publicado importantes biografías de literatas peninsulares, como Concepción Arenal. La caminante y su sombra, de Anna Caballé (2018), Emilia Pardo Bazán, de Isabel Burdiel (2019), o 365 relojes. La Baronesa de Wilson, de Pura Fernández (2022). Sin ser una biografía, Concepción Gimeno de Flaquer (1850-1919). Cartas, cuentos cortos y artículos periodísticos, de Ana I. Simón Alegre, contribuye con ventaja en el conocimiento que poco a poco vamos logrando alrededor de otra de las vigorosas escritoras que nos abrieron el camino de las letras, el periodismo, la edición y la articulación de redes culturales. Los libros de ellas y los libros sobre ellas provocan asombro y, sin duda, orgullo: la satisfacción de quien vislumbra la existencia de una genealogía y una historia propias, cuyo conocimiento es nuestro derecho.
Fuentes consultadas
Gimeno de Flaquer, C. (1883-09-28). La literata. En Diario del Hogar. México.
Sin firma (1898-09-11). Notas de la semana: flaquerismo. En El Tiempo. Diario Católico. p. 1. México.
DOI: https://doi.org/10.29092/uacm.v21i56.1139
1 También hay edición en lengua inglesa: Concepción Gimeno de Flaquer (1850-1919): Her Personal Letters, Short Stories, and Journalism. 2023. Vernon Press.
* Profesora-investigadora del Posgrado en Estudios Semióticos de la Universidad Autónoma de la Ciudad de México. Correo electrónico: leticia.romero@uacm.edu.mx
Volumen 21, número 56, septiembre-diciembre de 2024, pp. 559-564
ISSN versión electrónica: 2594-1917
ISSN versión impresa: 1870-0063