DOI: https://doi.org/10.29092/uacm.v22i58.1188


Movilidad de los adultos, celebraciones a los antecesores y mandatos a los jóvenes. Lazos comunitarios entre Bolivia y Argentina


Gabriela Novaro*

Resumen. Abordo el modo en que prácticas de movilidad y ritualidad, refuerzan y desafían lazos comunitarios en la población andina que vive en una localidad de la provincia de Buenos Aires, Argentina. Me detengo en expresiones de lo comunitario en los desplazamientos periódicos de los adultos a las localidades de origen, en los cultos a los ancestros y antecesores y en las expectativas hacia los descendientes. Busco en esta caracterización comprender modos diversos y cambiantes de proyectar la continuidad colectiva y sostener lazos entre localidades definidas como comunidades indígenas en Bolivia y un barrio periurbano de Buenos Aires ubicado a mas de 2000 kilómetros de ellas.

Palabras clave. Movilidad; celebración; generaciones; lazos comunitarios; continuidad- discontinuidad.

Adult Mobility, Celebrations of Ancestors, and Mandates to Youth: Community Ties between Bolivia and Argentina

Abstract. I address the way in which practices of mobility and spirituality enroot, reinforce and challenge communitary ties among the Andean population that inhabits a location of the province of Buenos Aires, Argentina. I focus on expressions of the communitary in the periodic displacements of adults to their places of origin, in the cult to the ancestors and predecessors, and in the expectations towards the descendants. Through this characterization, I seek to comprehend diverse and evolving ways of projecting collective continuity and sustaining ties between settlements defined as Indigenous communities in Bolivia and a peri-urban neighborhood in Buenos Aires located more than 2000 km away.

Key words. Mobility; celebrations; generations; communitary ties; continuity-discontinuity.

Introducción

¿De qué modo las prácticas migratorias de algunas poblaciones están atravesadas por procesos comunitarios?, ¿Cómo actúan los lazos colectivos en el modo de asentarse en un nuevo territorio, fortalecer los vínculos entre la población que comparte una misma procedencia y sostener practicas de movilidad entre las localidades de origen y destino? ¿Cómo estas cuestiones se expresan en las distintas generaciones, poniendo en relación adultos que vivieron en espacios definidos como comunidades en los países de procedencia, y jóvenes que se criaron y habitan localidades urbanas o periurbanas del país de residencia? ¿En qué forma la movilidad, las relaciones generacionales y los lazos comunitarios se expresan en distintos ámbitos de la vida y, en particular, en las celebraciones a “los antecesores” y los ancestros?

Las reflexiones sobre estos interrogantes se sostienen en una investigación desarrollada desde hace más de diez años en Escobar, localidad cercana a la Ciudad de Buenos Aires habitada en una proporción significativa por migrantes provenientes de la zona andina de Bolivia y por sus descendientes. En ella tiene su sede una de las organizaciones de migrantes más grandes de Argentina: la Colectividad Boliviana de Escobar (en adelante la CBE o Colectividad).

Comienzo realizando algunas precisiones sobre las categorías centrales que se despliegan en el texto: migración-movilidad, festividades rituales, generaciones, lazos comunitarios, transnacionalidad. Me detengo luego en reflexiones situadas a partir de una etnografía en curso. Finalizo retomando las preguntas de inicio buscando aportar a la comprensión y análisis de estos procesos.

En el recorrido por la información de campo me centro por un lado en las practicas de movilidad y los modos de mantener los lazos con las localidades de origen, por otro, en las formas de evocar y celebrar a los muertos en las localidades de origen y en Escobar; agrego referencias a los homenajes a los fundadores de la Colectividad. En ambas prácticas (movilidad y celebraciones) me interesa reflexionar sobre las expresiones de continuidad y discontinuidad entre los lazos comunitarios en origen y en destino, las nuevas formas de lo comunitario que esta población despliega en Argentina y los modos de convocar y dar lugar en ellas a las jóvenes generaciones.

Movilidad y ritualidad parecen, en principio, tener una relación inversa con el reforzamiento de lo comunitario (la movilidad horadándolo y la ritualidad reforzándolo). No obstante, sostengo aquí que ambas se asocian, expresan y refuerzan tanto procesos de dilución, como de continuidad y reforzamiento comunitario.

Las formas de la movilidad, testimonian que los lazos comunitarios están presentes tanto en el movimiento inicial de migración de los pueblos de origen, como en los modos de asentamiento y permanencia en el nuevo territorio. Los homenajes a los difuntos y antecesores en principio, ponen de manifiesto tanto el reforzamiento de lazos entre la comunidad de vivos y muertos, como entre adultos, jóvenes y niños, reforzando los vínculos familiares, base de la organización comunitaria en la población andina tanto en el país de origen, como en el de destino; pero estas evocaciones y festejos también expresan o dejan entrever los cambios y los nuevos desafíos que vive la población. Practicas de movilidad y festividades en este sentido al tiempo que testimonian, acompañan y también propician profundos cambios en estos colectivos (sobre todo la movilidad), expresan el deseo de continuidad y reafirmación de los lazos entre allá y acá, pasado y presente, viejos y jóvenes. Ambas, con particularidades como veremos, incluyen sentidos de recreación de formas de lo comunitario en origen, pero también de arraigo y permanencia compartida en destino.

Viajes, rituales y generaciones. Antecedentes para el debate sobre lo comunitario en contextos de migración

La movilidad y la ritualidad (en particular las celebraciones a los ancestros y antecesores), como recién decía, parecen tener una relación inversa con la noción de comunidad, tal como esta noción ha sido concebida desde visiones más o menos clásicas.

La tendencia a asociar lo comunitario con la tradición, la integración, la homogeneidad, y, sobre todo, con la permanencia y la estabilidad en el territorio suele vincularse al presupuesto de que las prácticas de migración y movilidad diluyen los lazos comunitarios, sobre todo cuando, como en el caso que analizo, se produce de localidades rurales hacia la periferia de las grandes ciudades y, más aun, como es también el caso, entre distintos países. ¿Qué sucede cuando la condición de supervivencia de la población (y de sus lazos) es la movilidad? ¿necesariamente se diluye o también es posible que se recree lo comunitario en un nuevo territorio?

La movilidad (tanto como lo comunitario) debe ser repensada. Resulta para ello elocuente el trabajo de Mendiola (2012); este autor sostiene que debemos problematizar la asociación que el imaginario moderno instaló como necesaria entre la movilidad, el progreso, la modernidad y el cambio. También resulta necesario revisar el presupuesto de que la movilidad a través de las fronteras se asocia, necesariamente, a proyectos de asimilación al nuevo país. Nociones como la de simultaneidad de referencias a origen y destino aportan para seguir problematizando estos presupuestos, “lo que hace necesario un marco de investigación que supere los binarismos asimilación-transnacionalismo” (Levitt y Glick, 2004, p. 61).

Esta última noción (transnacionalismo), si bien ha sido objeto de diversas críticas, parece pertinente para analizar las trayectorias, los sentimientos y los proyectos entre Bolivia y Argentina de los colectivos con los que trabajo. Un término en definitiva sugerente para abordar situaciones (como las que analizo) que traspasan las fronteras, “multiplican los territorios del sujeto” y propician acciones afirmativas de pertenencia a una comunidad nacional ampliada (Moraes, 2007, p. 182). Las características de la población andina migrante en Buenos Aires plantean la necesidad de trasladar (y adecuar) las afirmaciones anteriores sobre la persistencia de los lazos a la comunidad nacional en un colectivo donde lo nacional articula referencias locales y étnicas (Grimson, 1999; Caggiano, 2014; Novaro, 2023).

Se plantea en definitiva la importancia de atender a las formas de experimentar y dar sentido a la movilidad, y sus vinculaciones y desvinculaciones con los lazos comunitarios, desde el presupuesto de que la movilidad, al tiempo que puede horadar, también puede ser un modo de sostener y reformular formas de lo comunitario. Esto adquiere gran pertinencia considerando el grado en que la movilidad ha estado y continua presente en las prácticas de la población con la que trabajo.

En la zona andina de Bolivia, la movilidad ha sido históricamente, una estrategia para reforzar las comunidades, permitiendo combinar diversas estrategias productivas en distintos territorios. En los últimos años la movilidad está asociada a proyectos migratorios regionales e internacionales. Trabajos recientes registran la multiplicación de emprendimientos familiares multilocales asociados en muchos casos a procesos globales de circulación de mercancías (Rabossi y Tassi, 2023). Estos autores (analizando emprendimientos productivos de familias bolivianas en China) registran también la coexistencia de fuertes procesos de anclaje territorial y movilidad internacional. Al respecto también aportan investigadores atentos a las constantes prácticas de movilidad y de retorno, refiriéndose en algunos casos a un “habitus migratorio” (Hinojosa, 2010) y una “cultura migrante” (Rivero, 2012).

Abordar el movimiento colectivo a través de las fronteras como una forma de sostenimiento y construcción de la comunalidad, supone evidentemente, repensar la forma en que se concibe tradicionalmente el territorio (como lugar fijo); también, atender a los procesos de reterritorializacion y multiterritorialidad, las experiencias simultaneas de diferentes localidades y los procesos de construcción de territorios por el movimiento (Haesbaert, 2013). En un sentido cercano Segato afirma que en tanto escenario de reconocimiento el territorio se desprende de sus anclajes materiales fijos y pasa a tener movilidad: con esto los escenarios de la comunalidad son también móviles (Segato, 2007).

Todo esto permite pensar también la significación que adquiere el nuevo territorio. La localización y el arraigo en ciertos espacios de los países a los que la población se desplaza puede ser asociada en muchos casos, entre los que parece posible ubicar el barrio donde trabajo, a procesos de revitalización de la identidad, a partir de la recuperación de lazos en origen y la concentración en destino de familias y redes de contactos.

Si la articulación movilidad-lazos comunitarios debe ser fundamentada, aquella entre lo comunitario y las celebraciones colectivas se presenta como más evidente. Ya en los planteos clásicos de Durkheim las celebraciones son vistas como formas de reactualización-renovación periódica de la comunidad.

Numerosos autores contemporáneos asocian las celebraciones, sobre todo las rituales, a la continuidad y la consagración del orden social, la unidad y la integración, la exaltación de experiencias y proyectos colectivos. Las celebraciones permiten evocar y entablar relaciones con el pasado, reeditando la memoria compartida y reclamando su continuación (Connerton, 1989; Giménez, 2008). En textos previos despliego como esto es efectivamente así en las festividades nacionales, donde la población migrante boliviana en Argentina expresa y hace visible hacia dentro y hacia fuera la intención de renovar los lazos colectivos, sostener la pertenencia a Bolivia y continuar viviendo en Argentina (Novaro, 2022).

En un contexto donde se reiteran sentimientos de añoranza por Bolivia, hay un aspecto de las celebraciones, sobre todo aquellas a los antecesores y los ancestros, que parece sumamente relevante: su poder evocador, el establecimiento de líneas de continuidad con una tradición, una memoria y un pasado reconstruidos selectivamente (Losada y Martín, 2009).

Se advierte también la necesidad de atender como las celebraciones expresan y dinamizan transformaciones, son atravesadas por situaciones contingentes y permiten desplegar la creatividad e innovación, cuestión que resulta más o menos evidente en rituales que buscan convocar, desde eventos tradicionales, a las jóvenes generaciones.

En diversas localidades de Bolivia (entre otras en aquellas de donde proviene la población de Escobar) las celebraciones y las fiestas constituyen situaciones particularmente relevantes de la vida colectiva, adquieren sentidos rituales y funciones propiciatorias del bienestar del conjunto (Arnold-Yapita, 2005)

La migración y la recurrente movilidad de uno a otro país atraviesan las prácticas festivo rituales. En el arraigo a un nuevo país las celebraciones buscan reafirmar los vínculos de pertenencia, reeditar el lugar de origen y fortalecer la transmisión generacional (Giménez, 2008).

Dentro de las múltiples formas festivo-rituales, en el trabajo me centro en dos eventos que celebran a los ancestros y a los antecesores: el Día de Muertos en las localidades de origen y en Argentina y los homenajes a los fundadores de la Colectividad.

El homenaje a los ancestros dialoga con numerosos autores que han abordado las celebraciones a los difuntos en México, Bolivia, el norte argentino y contextos migratorios.

Medina Hernández reconstruye las festividades de los pueblos originarios y migrantes con vínculos con sus comunidades de México. Sostiene que la fiesta de los muertos debe ser abordada como una celebración vinculada al ciclo de la vida y al ciclo agrícola, sintetiza expresiones americanas y feudales cristianas (Medina, 2024). El carácter sincrético es destacado en otros autores que también ponen atención en los elementos que la celebración va incorporando (Vega, 2016). Esta autora entiende la celebración como un acto que permite traer a la memoria acontecimientos históricos que son reconocidos como huellas; también un modo de reafirmar que se espera que los difuntos sigan velando por los vivos.

En la zona andina de Bolivia el culto de muertos constituye un ritual de la época prehispánica, prohibido durante la colonia, que, tal como parece ser el caso de México, persistió y tendió a fusionarse con los ritos y creencias cristianos.

El trabajo de Mardones (2020) sobre los festejos del día de muertos en el cementerio de Flores (barrio de la Ciudad de Buenos Aires) resulta un antecedente importante, tanto para considerar las particularidades con que estos rituales se despliegan en contextos de migración, como para advertir la relevancia de adquieren en los procesos de comunalizacion y arraigo al nuevo territorio1. Mardones registra como el culto se ha sido revitalizado en Buenos Aires a partir de la presencia de migrantes aimaras, quechuas y collas procedentes de localidades muy diversas. Registra la dinámica del intercambio y reciprocidad en la relación con los muertos. La reconstrucción del ritual permite al autor advertir el modo en que se despliegan formas heredadas y otras recreadas en destino y acentúa el sentido de “estar juntos” reforzando lazos entre vivos y muertos, parientes, amigos y vecinos.

Otra investigadora que aborda el tema en la misma localidad de la Ciudad de Buenos Aires es Brenda Canelo (2013) que describe el ritual en el cementerio de Flores como parte de las disputas por el uso del espacio público, frente a disposiciones del gobierno local de la Ciudad de Buenos Aires que procuraron regularlo y restringirlo.

La reconstrucción de los antecedentes en el tema permite pensar que en contextos migratorios tanto las practicas de movilidad como las celebraciones invitan a revisar la asociación lineal comunidad-continuidad desde visiones de lo comunitario donde la dinámica histórica y los condicionamientos contextuales tengan un lugar.

Concebir que las movilidades no solo se vinculan a trasformaciones, sino que pueden implicar formas de continuidad de los lazos y que las celebraciones rituales, además de un fuerte sentido de continuidad, expresan e incluso podrían propiciar modificaciones en los vínculos, hace necesario revisar como la polaridad continuidad-cambio, tradición-modernidad ha constituido los debates sobre comunidad. Esto recupera discusiones actuales sobre los procesos de comunalidad y ordena la exposición del material de campo de los próximos puntos.

Frente a la tendencia a asociar lo comunitario en el imaginario social y también en diversas tradiciones académicas, al pasado, acordamos con diversos autores en atender a las formas en que lo comunitario no solo se expresa en el presente, sino que en buena medida organiza y se `proyecta al futuro (Serrano, 2024; Zarate, 2024). Lo mismo por supuesto, implica problematizar supuestos fundantes del pensamiento social que, desde un fuerte énfasis clasificatorio dualista en el modo de ver y construir la imagen de los otros, tendieron a contraponer las formas sociales asociadas a esos otros y a occidente: status y contrato en términos de Maine; comunidad y sociedad en la clásica división de Tonnies, y también lo primitivo y lo civilizado, las sociedades frías y calientes, simples y complejas, polaridades que, si bien han sido (relativamente) problematizadas en el ámbito académico, continúan orientando o permeando gran parte del imaginario social. Al respecto resulta sumamente elocuente el trabajo de Bestard (1998) quien advierte el modo en que la preocupación por el desanclaje y la pérdida de lazos sociales con el avance de la modernidad, el individualismo, la destrucción de las tradiciones coexistió con la necesidad de encontrar autenticidad, formas de arraigo y sentidos de comunidad y continuidad en las “otras sociedades”, en definitiva, crear imágenes especulares al pragmatismo e individualismo de occidente y la modernidad.

En el contexto donde trabajo resulta necesario considerar los largos debates sobre los procesos de comunalizacion en los Andes desde los debates clásicos y más recientes sobre la persistencia de los ayllus (Arnold, 2009). También es necesario revisar trabajos que se detienen en el resurgimiento de las adscripciones indígenas en contextos de migración (Caggiano, 2014; Grimson, 1999).

Estos antecedentes fundamentan la importancia de interrogarnos sobre las múltiples formas de creación y recreación de comunidad como modo de sostener tradiciones compartidas, mantener los vínculos con las localidades de origen, organizar el arraigo en el nuevo territorio y proyectar la continuidad colectiva en las nuevas generaciones.

En este punto, se cruza una temática que también resulta necesario explicitar para la reconstrucción posterior: las relaciones generacionales y en particular, la vinculación entre antecesores y sucesores. La misma también aparece atravesada por la dinámica de continuidad y cambio y tendió a asociarse a polaridades que oponían sujetos y colectivos de distintos rangos etarios. Esto último impidió en muchos casos, poner atención en la vinculación de estos grupos generacionales, como así también en la heterogeneidad de posturas y experiencias dentro de cada generación (Novaro, 2022). Nociones que además tienen una expresión clara en el sentido común, cuando asociamos a los viejos a vínculos más fuertemente comunitarios y a los jóvenes a su disolución. El presupuesto de la sucesión como principio para abordar las relaciones generacionales remite al paso del tiempo, los ciclos de la vida, las edades y los agrupamientos. Otras nociones como la de contemporaneidad (Schultz, 1985) resultan propicias para abordar procesos de coexistencia de distintas generaciones, en muchos sentidos, y también en la construcción y resignificacion de los lazos comunitarios que las diferencian y las unen.

El trabajo de campo y el material seleccionado

La investigación se desarrolla en la localidad de Escobar desde el año 2010 con una perspectiva cualitativa y etnográfica.2 Se focaliza en el barrio Lambertuchi, ubicado a 3 km del centro de Escobar. En él se concentra población proveniente de Bolivia y sus descendientes y tiene su sede la Colectividad Boliviana de Escobar.

A lo largo de los años conversé con referentes de todas las comisiones directivas, recorrí innumerables veces a mercados, ferias, asistí a festividades, en particular a la celebración de la independencia de Bolivia, los patronos (Bartolone, Chutillos) los carnavales, y, lo que interesa particularmente aquí, al festejo de Día de Muertos el año 2014, 2022 y 2024. Realicé reconstrucciones biográficas con jóvenes y adultos, presencié situaciones formativas en espacios comunitarios y escolares, entreviste y mantuve conversaciones informales con niños, jóvenes y adultos de familias bolivianas. En simultaneidad apoyé proyectos educativos de las escuelas y las organizaciones. Para este escrito recupero sobre todo material enviado por socios y referentes de la Colectividad y pobladores de Bolivia a un programa radial que, en colaboración con el equipo de investigación sostenemos en la emisora de la Colectividad desde el año 2019 hasta la actualidad.3 También, reproduzco parte de los registros de las visitas al cementerio el Día de Muertos e incluyo referencias a viajes realizados recientemente a dos localidades rurales de origen de la población del barrio.4

El barrio Lambertuchi de Escobar y las localidades de origen: ¿territorios y organizaciones cruzados por relaciones comunitarias?

El barrio Lambertuchi puede ser caracterizado desde la noción de multiterritorialeidad (Haesbaert, 2013). En muchos sentidos parece funcionar como una “franja transfronteriza” donde se advierte la convergencia de múltiples territorialidades (en términos de Giménez, 2008).

El barrio es nominado por algunos pobladores argentinos de Escobar como “barrio boliviano”. La población de Bolivia arribó a él sobre todo desde 1980. Se insertó primero en la producción en quintas y viveros, y años después, en la comercialización en mercados de productos hortícolas y ferias de vestimenta de la Colectividad Boliviana de Escobar. Esta institución cuenta con alrededor de 1800 socios. Además de administrar los mercados y ferias, la Colectividad sostiene diversas actividades vinculadas a la sociabilidad: equipos de fútbol, una radio comunitaria, clases de danzas folklóricas, una escuela de adultos. Estas actividades se dirigen básicamente y están sostenidas por la población boliviana (término con que se incluye a los migrantes y sus descendientes hasta la tercera generación). En textos previos hemos trabajado como la tendencia al fortalecimiento comunitario coexiste con procesos de movilidad económica de algunas familias y legitimación de la jerarquía. Esta diferenciación también se advierte en la distinta capacidad de familias y referentes de las organizaciones de mantener vínculos económicos y políticos con Bolivia (Diez y Novaro, 2023). La articulación con la población no migrante y las autoridades locales argentinas ha ido variando a lo largo de los años: situaciones de discriminación y violencia, alternan con la creciente cercanía con el municipio: se registran momentos de mayor reconocimiento, al tiempo que persisten prejuicios de larga data y temores más recientes de la población argentina local hacia un colectivo con creciente poder político y económico.

¿La CBE puede ser pensada como forma emergente de comunalización? La alternancia de situaciones de apertura y encapsulamiento en la relación con el afuera parecen ir en este sentido, como así también las múltiples formas en que la Colectividad apuesta por el arraigo y permanencia de sus socios en el territorio. Lejos de simple y lineal, este proceso está atravesado por conflictos y tensiones entre pobladores con diversos recursos económicos, alineamientos políticos e ideológicos, distancias que en ocasiones también refieren a las diferentes localidades de procedencia.

El funcionamiento de la Colectividad da cuenta de formas organizativas, vinculares y estilos expresivos fuertemente asociados al mundo rural andino de Bolivia. Las formas de nuclearse y organizarse, definir y votar candidatos a los cargos de representación, las expectativas de integridad moral puestas en sus dirigentes, la recreación de expresiones musicales, dancísticas y culinarias, los modos de desfilar en las fiestas siguen en gran medida las referencias a las localidades de origen.

Buscando mayores precisiones sobre esto en el año 2016, 2022 y 2023 viajamos a las localidades de donde migró esta población, en particular a los pueblos de Caiza y Pancochi en el departamento de Potosí. El primero, un poblado de alrededor de 12000 habitantes, asociado con la imagen de un “pueblo criollo” (aunque en los alrededores se mantiene el sistema de cargos comunitarios), es sede de las autoridades del municipio, de un profesorado y escuelas religiosas. Pancochi es una localidad muy diferente. Se trata de un pueblo profundamente afectado por la migración hacia Argentina que se encuentra parcialmente despoblado; es asociado en el imaginario local a una comunidad indígena, en tanto las autoridades comunitarias mantienen, relativamente, el control de los territorios y las actividades productivas.

Estos pueblos son objeto de permanentes evocaciones en Escobar, y también destino de la movilidad de muchos pobladores que van y vienen de los mismos en forma recurrente.

¿Pueblos vaciados - comunidades persistentes? Ir y venir para seguir siendo

¿De qué modo la movilidad, como una práctica que caracteriza al colectivo a lo largo de la historia y también en el presente, se articula con la lógica comunitaria?

En textos anteriores me detengo en la centralidad que tienen los viajes “de ida y vuelta” entre ambos países en diferentes dimensiones de la vida social: los emprendimientos productivos, la participación en ferias y mercados, los cargos y alineamientos políticos, los vínculos parentales, las festividades. Estos viajes de ida y vuelta se organizan, en buena medida (tanto como el proceso migratorio inicial), a partir de vínculos familiares restringidos y ampliados. Invitan por eso a pensar la movilidad como una experiencia que estructura la economía y la sociabilidad de las familias migrantes en un contexto transnacional. Constituyen además formas de actualizar la memoria de las múltiples redes tejidas entre Bolivia y Argentina (Novaro, 2022).

La respuesta a la pregunta con la que titulamos este punto no es sencilla y nos obliga a avanzar en múltiples direcciones. Por un lado, advirtiendo que la movilidad fue una estrategia para permitir la continuidad de la vida familiar y colectiva en un contexto sumamente adverso. Por otro, asumiendo el hecho de que la movilidad vacío de habitantes algunos pueblos de origen y desafió su perpetuación. Por último, atendiendo a que los lazos comunitarios, de múltiples maneras, se recrearon y sostuvieron a través de las fronteras y a lo largo de muchos años y de grandes distancias geográficas.

En el 2023, mientras hacíamos un programa en la radio de la Colectividad, vimos en una de las mesas del estudio la siguiente nota firmada por la autoridades políticas y comunales de Pancochi a los habitantes de Escobar provenientes de esa localidad:


Pancochi, como decía, es un pequeño pueblo que se define como cantón en ocasiones y en otras como comunidad. A pesar del escaso número de habitantes, la fuerza de los vínculos tradicionales sigue siendo evidente: los cargos de curaca y jilakata, las tensiones con las autoridades políticas estatales, la división en dos ayllus. Casi todos los habitantes del pueblo han residido en Escobar en algún momento o tienen parientes viviendo allí.

Su despoblamiento ha ido incrementándose a lo largo de los años, en gran medida desde la partida de población hacia Argentina. En 2012 una mujer entrevistada me comento que en la escuela que alguna vez había tenido 300 alumnos solo asistían 40 niños; cuando fuimos en 2023 había 7.

En las visitas realizadas a esta localidad las autoridades comentaron que las familias se fueron porque “cuando aumentan los miembros las tierras no alcanzan”, a lo que sumaron la alternancia de sequías y lluvias y el mal estado de los caminos. (Registro visita a Pancochi, Diez y Novaro, 2022). Años previos un promotor social de la zona nos había hablado de la contaminación de las aguas por las mineras. Diversos testimonios dan cuenta de que resulta complejo sostener tanto los cargos políticos, como el trabajo en los terrenos.

La expectativa hacia los que se fueron, es, evidentemente, que “no se olviden” del pueblo. La posibilidad de cumplir con esta demanda varía de acuerdo a la situación de las familias, pero en general está atravesada también por diversos factores compartidos, como los términos de intercambio económico entre Bolivia y Argentina (cuestión que ha fluctuado mucho a lo largo de los años).

Ir y volver en ocasiones ha quedado restringido a un acto que se realiza para determinadas festividades, con la consecuente desilusión y los reclamos de quienes esperan mucho más de aquellos que no están, pero “siguen perteneciendo”. En ese sentido, descuidar a las tierras los expone (más o menos explícitamente en palabras de la autoridad comunitaria) a dejar de ser parte de la comunidad.

El mismo año de la nota citada un pancocheño del barrio me envió un audio que circulaba entre sus paisanos invitándolos a “no olvidarnos de nuestro querido Pancochi”.


Todos somos familia, carnalmente y espiritualmente, nos hemos criado juntos de chicos, quizás hoy estamos un poco distanciados por motivos de trabajo […] es triste […], pero esto tenía que pasar porque no tenemos allá como sobrevivir. Todo quedo chico, nuestros terrenitos, nuestras huertas, si o si teníamos que salir a donde dios nos ha llevado […] Nuestros hijos no conocen, nuestros nietos ni hablar… pero no nos olvidamos de nuestro querido Pancochi. […] vale la pena recordar… cuando hay una asamblea intercomunal quisiera que ustedes estén presentes … A veces me pongo a pensar qué estará pasando, ¿será que no queremos saber nada más de nuestro querido Pancochi, de nuestro pueblo, de nuestra comunidad? no hay tiempo, no hay interés. Si no asistimos a esas reuniones es como que decimos ya no me interesa más, con nuestra propia ausencia […] Pues vengan, escuchemos las palabras, les ruego hermanos. Si los que estamos aquí nos ponemos de acuerdo podemos levantar a nuestro pueblito Pancochi. Les ruego que estemos en esas reuniones cuando nuestro curaca nos convoque. (Mensaje en audio a pancocheños de Escobar, mayo de 2023)


En otros intercambios con Pancocheños nos mencionaron los crecientes desacuerdos entre los pocos habitantes que quedaron en el pueblo: entre los que viven de uno y otro lado del camino, los pertenecientes al ayllu Qollana y al Mangasaya, las autoridades originarias y las políticas, los católicos y protestantes. Un adulto joven proveniente del pueblo comento: “Ya no se puede hablar de comunidad, en realidad es un pueblo con varias comunidades” (registro Diez y Novaro, cementerio de Escobar, 2022). Las divisiones parecen haberse acentuado a partir del proyecto de jóvenes argentinos descendientes de pancocheños que propusieron desarrollar un proyecto minero que, aparentemente, fue aceptado por uno de los ayllus y rechazado por el otro. El presidente de la junta escolar nos dijo en la visita del 2023 que ese proyecto seria “la muerte del pueblo”. Este hombre además hizo comentarios muy críticos de los que “vienen unos días, lloran por el pueblo y se van” mostrando también los conflictos entre residentes y visitantes.

Mientras la localidad parece crecientemente dividida, los pancocheños en Escobar, sin dejar de tener divisiones y conflictos, paradójicamente parecen haber consolidado formas de vinculación. Hasta hace poco tiempo un gran mercado concentrador del barrio llevaba el nombre Pancochi. Hace un par de años se organizó un grupo whatsapp muy activo y que comparte permanentemente noticias del pueblo entre los residentes en Argentina: se relatan las experiencias de viajes, sobre todo aquellas en ocasión de la virgen del Carmen, patrona de Bolivia y muy festejada en la localidad, también la llegada de pastores evangélicos al pueblo.

Las complejas relaciones entre residentes y migrantes, las expectativas y demandas, las idas y vueltas, la figura de residentes temporarios, la ilusión de que los pancocheños que viven en Argentina salvaran el pueblo, o el temor de que lo eliminen, testimonian que la continuidad de lo comunitario sigue presente como proyecto y como reclamo; continua como mandato de relaciones y lealtades a las que no se puede renunciar sin costo.

Esto no solo devela cómo funcionan las instituciones en Pancochi, también da indicios de cómo se constituye y funciona la CBE y los vínculos en el barrio Lambertuchi. Este pasa a ser así un territorio habitado y apropiado en continuidad con la pertenencia de sus pobladores a localidades ubicadas a más de 2000 km.


Acá somos del mismo pueblo […] acá en el barrio, somos todos familia […]. Hay mucha relación en todos sentidos, de ayuda, de solidarizarse unos con otros […]. Fue un cambio grande, […] venirse acá, todo ese mismo pueblo, situarse acá […], y una de las cosas que nos ayudó para no sentirnos tan lejos de nuestro pueblo, fue que estemos toda la comunidad, así como estamos […] allá en Bolivia. (Testimonio enviado a la radio por un adulto que migró a los 8 años a Argentina. Julio de 2020)


Estos comentarios se registran junto con la pregunta por hasta cuando esto será así y que pasará con los descendientes, testimoniando procesos que tal vez podríamos definir como formas dinámicas de la continuidad.

Los jóvenes y la movilidad: seguir viviendo en Argentina y seguir referenciándose en Bolivia

Si para los adultos que han nacido y en muchos casos se han criado en Bolivia los viajes son un modo de seguir perteneciendo a las comunidades de origen, ¿Qué son para los jóvenes que nacieron y se criaron en Argentina, pero pertenecen a familias que la sociedad argentina y la CBE definen como familias bolivianas? Esta pregunta debe seguir siendo transitada; esbozo aquí algunas impresiones.

Registré que el proyecto de retorno de muchos adultos, a menudo, choca con el presente de los jóvenes que proyectan su futuro en Argentina. “Ellos ya están acostumbrados, a pasear no más van, a visitar, de vacaciones, pero a vivir no, ya es otro ambiente”; expresiones que contrastan no solo Argentina y Bolivia, sino también la diferencia entre la vida rural “allá” y la vida urbana “acá”. Los viajes periódicos de ida o vuelta, incluyen a los niños y jóvenes para que “conozcan de dónde vienen”, “cuando vayan van a entender” me comentaba un referente de la CBE.

Los jóvenes, por lo general, valoran estas experiencias, algunos de ellos procuran sostenerlas por propia iniciativa cuando crecen. Otros por falta de recursos o de interés, las discontinúan. Para la mayoría de los jóvenes, los viajes adoptan sentidos diferentes a los que refieren los adultos, “ir para conocer” “volver para reencontrarse” con un pariente. Como decimos en un testo previo, sus experiencias parecen vincularse más al transitar que (como para muchos de sus padres) al recuerdo de habitar (Hendel y Novaro, 2019). Sin embargo, registré también situaciones donde estos viajes son ocasión para que los jóvenes se pregunten por su futuro y, en términos de Sayad (2010), vivan la alternancia de sentimientos de presencia y ausencia: “cuando estaba allá, me quería quedar allá, pero ahora que volví acá, me quiero quedar acá”, (entrevista 2017-08-02).

Festejar a los muertos y antecesores reforzando los lazos entre los vivos

Las celebraciones rituales tienen un vínculo indudable, según muchos autores, con el reforzamiento de lazos comunitarios. Considero que lo mismo debe ser una pregunta atenta a las particulares formas, estilos y funciones de las celebraciones en distintos momentos y territorios. Para avanzar en torno a esta pregunta reconstruiré distintas escenas rituales vinculadas a los homenajes a los muertos y los antecesores en Bolivia y en Argentina. Los rituales de Día de Muertos enraízan en costumbres comunitarias y se concretan en prácticas básicamente familiares; el homenaje a los fundadores de la CBE se presenta como una celebración de organizada y sostenida por la organización colectiva.

“Yo pienso que en allá muchos paisanos también lo van realizando a lo que van pudiendo”

La muerte es tema de constante atención en las familias y en la Colectividad. Como antes decía, los festejos del Día de Muertos se asocian a tradiciones andinas en Bolivia donde confluyen elementos rituales indígenas y cristianos. En Argentina desde el discurso estatal el festejo parece básicamente vinculado a la iglesia católica, al menos hasta años recientes. El 2 de noviembre no es feriado en Argentina, pero si en Bolivia.

Las familias bolivianas de Escobar, como mencioné páginas atrás, viajan a Bolivia, entre muchas otras razones, para homenajear a sus muertos en su primer santo y para participar en el arreglo de los papeles y la reconfiguración de los lazos familiares.

En octubre de 2024 preparamos un programa para emitir en la radio de la CBE sobre esta celebración. Pedimos a conocidos de Caiza (localidad de Potosí donde, como ya precisé, hicimos varios viajes) que nos enviaran un audio sobre cómo estaban preparando los festejos. Reproduzco parte del testimonio de una mujer que conocimos cuando era maestra en Pancochi en 2022, con la que compartimos el día de muertos en el cementerio de Caiza en el 2023 y que actualmente es autoridad comunitaria en un pueblo cercano.


Primeramente saludar allá a todos los paisanos quienes están de aquí de Bolivia […] por todo lado que están allá por Argentina. Vienen aquí los preparativos de los Todos Santos […] es una costumbre que lo vamos realizando cada año. Hoy en el día ya muchos también de allá han llegado aquí, están haciendo los preparativos [a continuación describe los rituales de elaboración de chicha y masitas, el amarre de las tumbas y la preparación de los altares] […] Aquí nuestros abuelos, nuestros ancestros nos han ido enseñando […] Yo pienso que en allá muchos paisanos también lo van realizando a lo que van pudiendo porque siempre recordamos a nuestros seres queridos. […] A pesar que también estamos pasando situaciones aquí en Bolivia, […] hay en lugares de Bolivia que están totalmente bloqueados y es por eso que el alza de precios también no está así para poder realizar todo como se hacía antes. Pese a eso pero siempre con nuestras tradiciones, todo aquello aún todavía queremos realizar. Un saludo grande a todos los compatriotas bolivianos allá quienes se encuentran en Argentina [hace luego un saludo en Quechua]. (Testimonio a la radio de la CBE, noviembre 2024)


Al día siguiente nos manda muchas fotos y videos de los festejos en el cementerio. En ellos, reforzando los recuerdos de cuando visitamos el cementerio de Caiza el 2 de noviembre de 2023, se advierte la confluencia de distintas generaciones, la circulación y consumo de bebida, los juegos y, en general, el clima de diversión y alegría.

Se destaca en el testimonio el saludo a los compatriotas, el comentario de que “muchos han llegado” y que, “allá (en Argentina) también lo van realizando a lo que van pudiendo”, la recuperación de las enseñanzas de los ancestros, la inclusión de un saludo en quechua, la alusión a la situación crítica en Bolivia, pese a lo cual la práctica se sostiene, aunque no “como antes”.

El festejo en las localidades de origen recupera y recrea tradiciones, se sostiene a pesar de la adversidad, propicia el encuentro con los que están lejos ¿qué de todo esto se advierte en Escobar?

“Nuestra tumba está acá”5

En visitas a Escobar el 1 y 2 de noviembre hemos presenciado y recibido testimonios de la vitalidad de los rituales andinos: comidas familiares la noche previa, reparto de alimentos, objetos queridos por el finado llevados al cementerio, challado y adorno de los nichos y tumbas con guirnaldas y flores, cantos y bailes alrededor. También hemos presenciado homenajes en tumbas de fallecidos en Escobar que recuerdan difuntos enterrados en Bolivia. Estas prácticas, evidentemente buscan reforzar la memoria y los lazos entre allá y acá.

El siguiente recorte de un registro del año 2022 muestra algunos de estas situaciones.


Al llegar al cementerio se ven grupos familiares ingresando con bolsas de mercadería, paquetes de bebidas, cajas llenas. Vemos acercarse a Rubén (un referente de la CBE con el que tenemos gran cercanía, vale destacar que Rubén es evangélico). Fue a visitar la tumba de su papá y a acompañar a su hermano Oscar que perdió a su hijo el año pasado. Nos invita a acompañarlos.

Entramos y seguimos con la familia. Llevan bolsas con panes, galletitas, velas, flores, coca, gaseosas, vino, cerveza. La mamá del fallecido con la asistencia de otras mujeres renueva los floreros, limpia objetos puestos en la tumba, prende velas. Cuando está todo armado, cuelgan un parlante en la puerta del nicho que conectan al celular (que dejaran adentro) y ponen música que Luis escuchaba.

Cuando llegamos seríamos unas 8 personas, con el correr de la tarde, se irán sumando muchos parientes, varios primos y tíos, vecinos que pasan, saludan, comparten una bebida, challan, algunos dejan flores y hojas de coca en el nicho. Al irnos serían cerca de 20.

Le preguntamos al papá del fallecido si los chicos y los jóvenes siguen los rituales. Dice que participan, pero no es lo mismo, “copian los gestos, pero no saben muy bien por qué lo hacen, lo hacen por imitación, lo aprenden sin sentido”.

Nos despedimos de la familia, agradecemos haber podido acompañar y comenzamos a recorrer el cementerio. La población boliviana se concentra en dos lugares: el sector más nuevo, y un gran osario en el camino central del cementerio, donde se le rinde homenaje a todos los difuntos, de acá y de allá. Recorremos la parte nueva donde hay familias sentadas en ronda alrededor de las tumbas adultos, jóvenes y niños, que, en algunos casos corretean y juegan. Todo parece confluir en una mezcla de congoja y clima festivo. Nos encontramos con muchos conocidos, con algunos tomamos, coqueamos y compartimos un momento de la ceremonia.

En los relatos del modo de celebrar se reitera que “se junta toda la familia” y se alude a prácticas que, efectivamente sería imposible sostener en núcleos restringidos: armado de altares, elaboración de panes, traslado de gran cantidad de elementos de las casas al cementerio. “Y así es una tradición que seguimos, que hacían nuestros papás y después seguimos nosotros y después siguen nuestros hijos”. Nos cuentan también que “en Bolivia se festeja mucho más”.

Vamos para la parte vieja del cementerio donde frente a un mausoleo esta por empezar una misa.

Avanzamos hacia el osario, que está colmado de flores y velas encendidas. En una tumba a la izquierda del osario vemos sentados varios jóvenes, toman cerveza, charlan en un clima relajado. Vemos llegar a una conocida con su pareja, Comenta que esta parte representa a todos los difuntos quienes no tienen enterrados allí a sus seres queridos, pueden saludarlos. Se arma un “altar colectivo”, se rinde homenaje a gente que está en muchos lados. En Bolivia “hacen mucha más comida y hay que ofrendarle todo lo que le gusta, los chicos hacen sus coros, acá no se ha visto todavía”. (registro Diez-Novaro, 2022-11-02)


Las situaciones desplegadas testimonian que tanto en Bolivia como en Argentina festejar a los muertos es un modo de continuar la tradición, afianzar lazos y mostrar continuidades y cambios en el mundo de los vivos. Los actos de encuentro y comunicación son evidentes: entre vivos y muertos, parientes lejanos y cercanos, vecinos, conocidos. Testimonian continuidades y transformaciones en las formas del festejo y como la migración impacta en la celebración, pero no la interrumpe. En Argentina donde estos rituales han sido censurados y en ocasiones perseguidos, sostenerlos expresa aspectos de resistencia y deseos de continuidad colectiva. Estos deseos se hacen explícitos en la preocupación por que las generaciones jóvenes sostengan la práctica. Más allá de cuáles sean estos sentidos de la celebración para los descendientes, en los registros se advierte que niños y jóvenes están efectivamente presentes (jugando o bebiendo relajados o asistiendo a los mayores) en los espacios rituales de encuentro colectivo.

Las relaciones generacionales en la vinculación con los antecesores

Si el festejo del día de muertos se presenta como una celebración fuertemente familiar, con expresiones que cruzan y relacionan distintos parientes, otras formas de homenajear a los ancestros en Escobar se sostienen más claramente en la organización colectiva. Los homenajes a los fundadores de la CBE expresan la voluntad de perpetuación conjunta.

En la Colectividad registramos un incremento de la alusión a las muertes durante la pandemia del Covid y en años posteriores. Debemos considerar que quienes fundaron la institución en el año 1991, tienen hoy edades avanzadas; los fallecimientos fueron muchos en los últimos años. Frente a esto la Colectividad publica en su página de facebook una trayectoria del finado destacando su aporte, generosidad, compromiso con la institución y el legado que dejó. En las fechas patrias también se alude recurrentemente a los socios fundadores (muertos o ya ancianos), haciendo énfasis en su aporte al colectivo y el carácter ejemplar de su conducta. Reforzando esta voluntad conmemorativa la institución inauguró en el año 2021 un monumento a los fundadores. La forma de aludir a los antecesores impacta en los jóvenes, destaca la figura de “quienes nos precedieron” como ejemplo de lo que, implícita o explícitamente se espera de los descendientes: que recojan y continúen sus legados.

Algunos testimonios escuchados el día de inauguración del monumento resultan elocuentes. El acto tuvo lugar el aniversario de la Institución en el las instalaciones de la CBE, donde las autoridades descubrieron una placa recordatoria a los Fundadores. Los discursos testimoniaron la voluntad colectiva de sostener “el camino que iniciaron”.

La secretaria de la institución sostiene:


La CBE es sin duda hospedaje de todos los hermanos bolivianos. Es un paradigma para todas las organizaciones, no solo bolivianas […] Fuera del nuestro territorio el objetivo institucional ha sido divulgar y mantener latente nuestra cultura, idioma originario y tradiciones partiendo del compromiso de ayuda y solidaridad con nuestros compatriotas para que se destaquen y trasciendan para el bien de sus familias, comunidad y del país que nos recibe.


El presidente de la CBE hace un recorrido histórico por la institución destacando que la misma:


Siempre estuvo orientada bajo la misma consigna de ayuda y colaboración a los residentes bolivianos en Argentina […] y nuestros mayores éxitos y logros se evidencian a través del arraigo, trabajo, prosperidad, profesionalidad y nuestra hermandad boliviana en la Argentina […] Desde mi cargo de presidente, quiero invitarles a reconocer, en este pasado forjado por nuestros antecesores, y solo así podremos proyectarnos hacia el futuro ,en medio de un entorno cambiante, […] Tenemos una visión optimista sobre el destino de la institución, y grandes esperanzas en el potencial de nuestros jóvenes, y serán los continuadores de la senda iniciada […] por lo que insto a todos quienes nos acompañan a sumarse a esto […]… desafíos, que por cierto requieren abordarse […] de manera compartida. (Página Facebook Colectividad Boliviana de Escobar, 2021-01-23)


Vinculo compartido que, a lo largo de los años, se impone sobre múltiples divisiones, como mencioné antes, entre familias procedentes de distintas localidades, diversas afiliaciones políticas, miembros de situación socioeconómica muy diversa, afiliaciones al catolicismo y el evangelismo, posicionamientos disimiles en torno al panorama político en Bolivia y en Argentina. La continuidad de la organización, con todas estas contradicciones y muy lejos de la idealización y de visiones románticas, permite al colectivo boliviano sostener emprendimientos productivos, espacios de sociabilidad y pertenencia compartida y una vinculación relativamente ventajosa con el estado y el mercado en Argentina. Si los jóvenes tomarán esa herencia y sostendrán la institución, es aun una pregunta abierta.

Conclusión

En las páginas iniciales me pregunto si se puede caracterizar a las familias bolivianas y la Colectividad Boliviana de Escobar como una comunidad transnacional, un colectivo que proyecta seguir junto a pesar de la distancia, la fragmentación y las diferencias entre sus miembros.

Las situaciones relatadas dan testimonio de que el proyecto se sostiene en numerosas prácticas, entre otras, en la movilidad y las celebraciones. Ha resultado particularmente significativo registrar que los diversos modos de ir y venir de uno a otro territorio resultan formas (discontinuas, desafiadas) de sostener lo colectivo. En la celebración de ancestros y antecesores en el territorio de destino se destaca la vigencia de prácticas andinas puestas en función de sostener la memoria del origen, pero también de construir una memoria de los actos, logros y trayectorias ejemplares en destino (la construcción y consolidación de la Colectividad)

Retomando cuestiones planteadas al inicio, entiendo que las escenas compartidas fundamentan la necesidad de problematizar el presupuesto que asocia de modo lineal comunidad-continuidad. Espero en este sentido haber contribuido a una visión de lo comunitario como permeable (e incluso potencialmente reforzable) a través de los cambios y atenta a los sentidos de reproducción, regeneración y transformación de la vida social. En definitiva, formas que desde cierta paradoja podemos definir como dinámicas de la continuidad.

Las familias aparecen como actores fundamentales en todas estas escenas. En ellas los hijos y cada vez más los nietos son objeto de particular atención. La pregunta sobre hasta cuando se sostendrá la Colectividad Boliviana de Escobar como tal interpela explícita o implícitamente a estos jóvenes. La reiteración del modo en que su conducta debería moldearse de acuerdo al ejemplo de sus antecesores parece una apuesta fuerte en un contexto, el de Buenos Aires, vivido muchas veces como adverso a la continuidad colectiva.

Los posicionamientos de los jóvenes son complejos y variables, afirman y desafían los lazos familiares, viajan con sus padres y los acompañan en los actos celebratorios, se proyectan en ellos de modo muy diverso.

Seguramente su posicionamiento más cercano o lejano a los vínculos colectivos que sus antecesores construyeron estará condicionado por un contexto donde ser o no ser de la Colectividad suponga o no adquirir derechos y mejores condiciones de vida, trabajo y sociabilidad. Un contexto futuro que hoy, en Argentina (y también en Bolivia), resulta muy difícil de imaginar.

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Fecha de recepción: 2 de diciembre de 2024

Fecha de aceptación: 23 de mayo de 2025


DOI: https://doi.org/10.29092/uacm.v22i58.1188



  1. 1 Si bien la localidad donde trabajo es distinta a la que Mardones analiza, en tanto en Escobar el colectivo migrante es mucho más homogéneo en su procedencia, veremos que se registran prácticas similares en ambas localidades.

  2. 2 En esta localidad desarrollo tanto mi investigación personal, como la coordinación de proyectos colectivos con sede en la Universidad de Buenos Aires.

  3. 3 En textos previos hemos reflexionado sobre la potencialidad, los riesgos y cuidados del uso de material enviado para un programa radial como insumo de investigación (Diez y otros, 2022).

  4. 4 Estos registros y viajes fueron realizados en colaboración con mi colega la Dra. María Laura Diez.

  5. 5 Respuesta de una mujer joven en una entrevista del 2012 cuando le pregunte si planeaba volver a Bolivia o quedarse en Argentina.

* Profesora Asociada de la carrera de Antropología de la Facultad de Filosofía y Letras, Universidad de Buenos Aires, Argentina. Además investigadora del Consejo Nacional de Investigadores Científicas y Técnicas. Correo electrónico: gabriela.novaro@gmail.com

Volumen 22, número 58, mayo-agosto de 2025, pp. 201-227
ISSN versión electrónica: 2594-1917
ISSN versión impresa: 1870-0063